Cerca de la torre aparece en un contenedor de basura el cadáver de un hombre anónimo sin ningún rasgo que le diferencie del resto de gente. Nadie parece preocuparse de qué es lo que ha ocurrido, nadie excepto Loizaga.
Jose Francisco Alonso logra marinar lo mejor de la literatura negra mediterránea con la corriente vasca que se está abriendo paso con mucha fuerza. Loizaga es un detective accidental que cuenta con la ayuda de una jueza por la que siente algo más que simpatía, su amigo Ramiro, que trabaja como erztaina en Bilbao, y el Padre Aguirre que también colabora con ellos.
Alimentando sus investigaciones con platos que no rechazaría humano alguno y regados con buen vino, ponen en común sus ideas y la forma de resolver los problemas que parece esconder la torre.
La gastronomía está muy presente en la novela mediterránea, en el sur todo se resuelve y firma alrededor de una mesa, Loizaga también.
Pero Loizaga no sólo cuenta con sus amigos. Los alumnos de filosofía aportan sus conocimientos. Loizaga les hace preguntas y ellos le plantean todas las posibles respuestas, los diálogos de las clases son, quizás, los más divertidos de Milhojas de jamón.
Alonso logra meterse de lleno en los recovecos de las multinacionales, que su protagonista evite los cuchillos que vuelan y que conozcamos de primera mano las estrategias sucias que traman los consejeros para llegar al poder. Todo ello con una dosis alta de ironía y un desparpajo que contrasta con la oscura torre Iberdrola (a pesar de sus infinitos ventanales)
Así que os recomiendo la lectura de Milhojas de jamón dando las gracias a Cosecha Negra Ediciones que me ha proporcionado últimamente lecturas maravillosas y a Babelio que me ha permitido conocer a este autor al que pienso seguir.
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