viernes, 23 de septiembre de 2022

En tiempo de cartas y púas, de Juan Lekue. Una historia dura que debemos conocer

 En tiempo de cartas y púas de Juan Lekue, una historia que me ha llegado al alma y al corazón.

Muchos libros nos hablan del exilio español, sobre todo del paso a Francia para llegar a los campos de Argeles. Pero en mi caso, nunca había llegado más allá. ¿Dónde fueron los que sobrevivieron a esas condiciones inhumanas? Fueron repartidos por otros campos muy similares a los campos de concentración nazis.

En enero de 1939, Barcelona fue tomada por las tropas rebeldes y comenzó un terrible exilio para muchos españoles hacia Francia. Pero este país, no les recibió como esperaban pues les internó en campos, en condiciones miserables de hambre, insalubridad, desesperación. Gurs, llamado el “campo de los vascos” por la gran cantidad de personas de esta procedencia.

Buena parte de los soldados vascos que, vencidos, enfermos, humillados, pasaron a Francia para salvar su vida, encontraron un infierno al otro lado de los Pirineos.

El autor a través de las cartas del abuelo de su mujer nos lleva a uno de estos campos de la mano de un narrador imaginario cuya amistad con Vicente Ibarreche le lleva a estar al tanto de la correspondencia de este con su familia en un intento de sobrevivir a una muerte que cada día se acerca más.

Estas son las cartas. Las púas son las cercas de alambre de espino que separan a estos hombres de la libertad, de la vida de la esperanza. Unas púas que a veces incluso les llaman con la promesa de acabar con todas sus desdichas. Siempre presentes, implacables, siempre ofreciendo otro final.

“El inconveniente de la vida, un absurdo funesto en las barracas de Gurs, la fatiga creciente de vivir a pesar de todo. La mirada reflejaba todo lo que éramos, la fascinación irresistible de sentirse perdido y condenado. El alma, la capacidad de ser bueno, generoso, de compartir, la virtud de perdurar en la memoria de otros, de todos los otros a ser posible; si no, de los más cercanos, y también en la propia memoria los recuerdos de aquellos. Mi alma ya me había abandonado antes de la muerte, que se hacía de rogar para no llevarme con ella todavía”



La prosa de Juan Lekue es impresionante, dura y poética a la vez. De un realismo que nos hace sentir el frío y la miseria en nuestros propios huesos. Tan poética que a veces nos hace llorar en silencio. De dolor, de rabia y de impotencia por el castigo impuesto a unos hombres que lucharon valientemente por defender la libertad y la legalidad vigente en un País que queda ya demasiado lejos, un País roto.

Nuestro narrador nos hace convivir con los piojos y las ratas, con ropa hecha jirones, con un hambre atroz, pero lo que es peor, nos hace vivir la desesperanza de ver como estos soldados, van perdiendo día a día la dignidad, la humanidad, la esperanza. En definitiva, como llevan a cuestas una muerte en vida. Vicente Ibarreche escribe mientras tanto tímidas cartas a su familia en un intento de agarrase a la vida a cualquier precio. Mintiendo en cada carta, diciéndoles que está bien y esperando cada minuto noticias que le hagan creer que todo esta bien allí fuera, que le hagan creer que puede, quizás un día volver a su hogar, que hay una posibilidad de que todo vuelva a ser como era.

“No éramos ya otra cosa que rescoldos de los difuntos que dejamos al otro lado de la frontera, incapaces ya de reconocernos. Apenas podíamos movernos, vestidos con unos pantalones condenados al mordisco de las ratas, sin calzoncillos, una camisa deshilachada, sin botones, una boina sucia y un hato formado con una tela de una manta llena de piojos"

Esta no es una historia más sobre la Guerra Civil española, es una historia sobre el dolor, sobre el amor y la libertad y sobre la venganza ejercida por la dictadura. Es quizás un poema sobre aquellos que España dejó atrás.


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