miércoles, 1 de junio de 2022

Hablamos con Inés Plana sobre la saga del guardia civil Tresser y quedamos con ella en Galapanoir

Hoy hablamos con Inés Plana, una de las autoras de novela negra más reconocida. Nació en Barbastro (Huesca). Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y desde el principio desarrolló su carrera profesional en Madrid. Ha trabajado en diversos medios de prensa escrita y también en el terreno editorial. Morir no es lo que más duele (Editorial Espasa) fue su primera novela y cosechó un gran éxito de crítica y público. Fue finalista a mejor novela en Valencia Negra y Morella Negra y nominada a mejor novela negra novel en la Semana Negra de Gijón. En 2019 publicó Antes mueren los que no aman, con un nuevo caso policial del teniente de la Guardia Civil Julián Tresser. La novela fue finalista a mejor novela en Cartagena Negra 2020. Inés Plana ha sido miembro del jurado en las tres últimas ediciones del Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro. El 10 de noviembre de 2021 publicó también con Espasa su tercera novela: Lo que no cuentan los muertos.

ENTREVISTA INÉS PLANA

En tus anteriores novelas tratas temas sociales como la violencia de género, la trata de personas, el tráfico de drogas. Esta vez, en Lo que no cuentan los muertos se muestran las consecuencias sociales que la crisis financiera del 2008 tuvo en la población. ¿La novela negra tiene que reflejar los problemas de la sociedad? Y si es así, ¿el autor tiene que opinar?

La novela negra, como en los demás géneros, tendría que fluir libre en la mente de su autor, sin corsés ni anclajes. No es una convención obligada la denuncia social, pero es cierto que se trata de un género en el que se acomoda especialmente el reflejo de las contradicciones y el espejo de los sótanos más oscuros de la sociedad, puesto que suele haber crímenes, maldad, corrupción –política, financiera, policial– y violencia. En mi caso sí considero imprescindible una mirada crítica sobre la realidad, como periodista y como escritora, y esa mirada propia la he ido plasmando en mis tres novelas protagonizadas por el teniente y luego capitán de la Guardia Civil Julián Tresser.  

En Lo que no cuentan los muertos. notamos una gran evolución del protagonista. Julián Tresser ha ascendido, se ha incorporado a la UCO, trabaja en equipo, pero lo más importante es que ahora tiene que cuidar de su hija Luba, una hija que necesita mucho de él. ¿Has notado tú si también has evolucionado a ese ritmo en tu  manera de escribir?

Por supuesto que sí, Tresser y yo hemos evolucionado juntos, él como personaje y yo como escritora. A medida que he ido escribiendo he querido arriesgarme más, porque escribir es un aprendizaje intenso y continuo, siempre es un reto, jamás es o debe ser un trabajo acomodaticio que reproduzca fórmulas ya experimentadas, o yo al menos lo entiendo así. El teniente Tresser de Morir no es lo que más duele es distinto al capitán de la UCO que es en Lo que no cuentan los muertos, y esa evolución ya comienza a emerger en mi segunda novela, Antes mueren los que no aman. Sin dejar de ser él mismo, con sus marcadas singularidades, es también una persona diferente, sobre todo porque tiene una hija y mantiene una relación sentimental con la psiquiatra Adelaida por la que debe luchar.  


La culpa sobrevuela todas y cada una de las tramas de la novela. Rita Marí y Eduardo Molaro, tras sobrevivir a un accidente aéreo padecen el llamado síndrome del superviviente. Una vez que han desaparecido, sus familias también se sienten culpables por no haber estado a su lado. ¿Crees que el ser humano tiende a culparse de todo por la educación recibida o que simplemente es una emoción generada cuando existe una base real para el remordimiento?

La tradición judeocristiana, fuertemente arraigada en la sociedad occidental, forma parte de nuestra cultura. El pecado, el remordimiento por haberlo cometido y el arrepentimiento necesario como liberación es algo que hemos aprendido desde pequeños. La culpa forma parte de nosotros, está anclada a nuestro ADN, y no es necesaria siquiera una base real para que nos asfixie y nos aniquile. Incluso cuando nos van las cosas muy bien, sentimos culpa por esa buena fortuna y tememos que se acabe la buena racha. Lidiar con este sentimiento no es fácil, porque tiene una estructura muy compleja que irradia tanto desde lo social como de lo emocional. Literariamente es un sentimiento atractivo porque sitúa a los personajes al límite, como los lectores podrán comprobar en Lo que no cuentan los muertos, donde dos supervivientes de un accidente aéreo se sienten culpables por haber salvado milagrosamente la vida.  

Tanto el personaje de Rita como el de Tresser no son personajes demasiado simpáticos y sería lógico pensar que el lector no va a empatizar con ellos. Sin embargo, ambos tienen una cara solidaria que hace que muchos nos solidaricemos con sus problemas. En tus novelas no hay personajes buenos y malos, todos tienen aristas. ¿Es algo buscado?

Sí, lo es, porque la condición humana está dibujada con trazos claroscuros y el mero hecho de afrontar la vida cada día ya nos coloca ante encrucijadas y dilemas que ponen en marcha las diferentes versiones que tenemos de nosotros mismos y que pueden empujarnos a cruzar alguna línea roja. En el caso de Julián Tresser, su dilema entre cumplir con su deber de guardia civil  y encajar a la vez sus sentimientos en ese puzle emocional le mantienen en un difícil equilibrio. Nunca cruza línea roja alguna, ama su oficio y está muy entregado a él, pero es un personaje poliédrico y con no pocas contradicciones. En cuanto a Rita Marí, su ambigüedad moral me pareció interesante para construir el personaje y disfruté mucho haciéndolo. Ninguno estamos hechos de una sola pieza. Somos más bien engranajes de varias.  

La documentación supongo que ha sido fundamental al escribir Lo que no cuentan los muertos.. ¿Tanto para escribir el momento del accidente aéreo como para desarrollar la investigación en sí te has necesitado el consejo de expertos?

Es fundamental para dar verosimilitud a la historia y también es fuente inspiradora. En Lo que no cuentan los muertos me asesoré con un amigo comandante de vuelo, Miguel Ángel Sagüés, para narrar el accidente aéreo que aparece en las primeras páginas. Por supuesto, en mis tres novelas me han asesorado guardias civiles que se han convertido en grandes amigos míos. Gracias a ellos no solo he podido plasmar el trabajo investigador de Julián Tresser y su equipo, sino también comprender e interiorizar la labor de la Guardia Civil, cuya vocación de servicio y sus valores son realmente admirables, como lo es también su entrega, a pesar de esa falta de recursos endémica que sufre el Cuerpo desde siempre. Han sido y son muy generosos conmigo, mi gratitud hacia ellos es absoluta, y mucho más aún tras haberme concedido la Cruz de Plata de la Orden del Mérito por mi contribución a difundir su trabajo a través de mis novelas. Es un orgullo inmenso y un honor lucir esa medalla, uno de los grandes y más hermosos acontecimientos de mi vida. 

En esta tercera novela de la saga de Tresser aparecen muchos más personajes que en las anteriores. Sin embargo, cada uno de ellos aporta algo a la trama y ninguno queda desdibujado. ¿Ha sido complicado escribir una novela coral sin que queden flecos sueltos?

Mentiría si te dijera que no ha sido complicado, pero va en el equipaje del escritor: la complicación. De lo contrario, no merece la pena el esfuerzo. Ha sido un trabajo intenso y he corrido riesgos, como lo es el hecho de crear una gran galería de personajes que apoyan y hacen avanzar la trama sin que el lector se pierda o se sienta confundido. En cada novela acepto nuevos desafíos porque voy aprendiendo en todas y el afán de superación me parece imprescindible, tanto en la escritura como en la propia vida. 

¿Vas a seguir escribiendo la saga de Tresser?


Tresser forma parte de mí. Le queda aún mucho recorrido, así que por supuesto que seguiré con él y continuaremos evolucionando juntos. En Lo que no cuentan los muertos cierra una etapa y a la vez se abre otra en su vida que quiero perseguir en nuevas novelas y nuevas aventuras del ahora capitán de la UCO.  

¿Qué opinas de la proliferación de festivales negros. ¿Son demasiados o son necesarios para darse a conocer a los lectores?

La novela negra vive un momento extraordinario y hay que aprovecharlo. Ha pasado de ser antaño un subgénero literario a convertirse en uno de los más vendidos y con obras de calidad y con voluntad literaria. Los festivales negros, como bien apuntas, nos ayudan a difundir nuestras obras y a conectar con nuestros lectores en vivo y en directo, y eso siempre es muy gratificante y aporta mucho a los autores y a los festivales en sí. No tengo la sensación de que sean muchos, incluso los que se celebran en localidades pequeñas nos permiten conocerlas y difundir sus encantos, que todas los tienen y hay que apoyarlas en estos tiempos de la España vaciada.  

Muchas gracias, Inés. Nos vemos en Galapanoir.





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