ENTREVISTA JAVIER MENÉNDEZ FLORES
Javier, eres sobradamente conocido por haber escrito varias biografías y por tu labor como periodista en medios tan importantes como El Mundo, Interviú o Rolling Stone, además de varias novelas. Todos nosotros es una obra de una gran envergadura, ¿cómo surgió esta historia?
No fue una historia que surgiera en un momento concreto y del tirón. Muchos de los elementos que tienen peso en esa novela llevaban años rondándome, me acompañaban como una obsesión. Un día esbocé un borrador en el que apunté una serie de ideas, pero una vez que me puse a escribir, a darle forma a todo aquello, además de lo que ya tenía en mente, fueron surgiendo nuevos caminos y personajes, y la historia se ensanchó. Digamos que ha sido un proceso de largo aliento, muy meditado, no una revelación creativa y su consiguiente materialización.
En Todos nosotros tenemos dos líneas narrativas que se entremezclan. La primera, el thriller, el lado oscuro y criminal y la segunda, la narración de la transformación de España, y en concreto de Madrid en la Transición.
Esa novela es, ante todo, una narración policíaca, una historia criminal. En cuanto a la segunda línea narrativa que apuntas, tuve claro desde el principio que esa historia criminal, enteramente ficticia, debía desarrollarse sin embargo en un escenario reconocible y en un contexto histórico y social muy concreto, y elegí para la primera parte el Madrid de la Transición porque siempre me ha parecido una época muy atractiva, de gran efervescencia social y tremendamente salvaje. Fue a partir de ahí cuando España comenzó a entrar de forma paulatina en la modernidad. Esa primera parte tiene, más allá de la trama policíaca, mucho de crónica social, y eso me exigió ser muy riguroso y documentarme muy bien.
Al hilo de eso, Todos nosotros contiene también dos líneas temporales, los 80, la Movida y el 2002. ¿Has querido narrar el cambio, el proceso seguido después de la dictadura hasta la sociedad de hoy en día? ¿Cómo describes este cambio?
Sí, me pareció interesante mostrar el contraste de esas dos españas tan distintas. La primera parte de Todos nosotros transcurre en el último mes de 1981, el año en el que hubo una intentona golpista y el ruido de sables era una amenaza constante. Es decir, que el mantenimiento de la democracia era un desafío. En ese año las formas del Régimen anterior seguían demasiado vivas en nuestras instituciones, en la policía, por ejemplo, porque nuestra democracia tenía aún las patas muy frágiles. Sin embargo, el Madrid de 2002, que es el telón de fondo de toda la segunda parte de la novela, es ya una ciudad plenamente integrada en Europa, moderna, con una democracia plenamente asentada.
La narración es sorprendente desde el minuto uno. Impacta especialmente el principio en el que un coche atropella a una chica que huye desnuda en medio de la nada. Otras van desapareciendo después de haber estado en un bar de copas. Esto da pie a que recorramos contigo el Madrid de la Movida, que escuchemos sus canciones y vivamos ese tiempo que tú defines como una primavera. ¿Querías de alguna manera acercar aquella época a las generaciones posteriores?
La agitación cultural de aquel momento, tan potente, no ha vuelto a darse en este país. Tras la represión propia de una dictadura, la democracia trajo consigo el despendole, las ganas de ocupar los espacios públicos, de vivir. Ese es un período que siempre me ha interesado. De hecho, mi último libro es un diccionario cultural de la Movida, Madrid sí fue una fiesta, en donde también hablo del clima político y social. Y en cuanto al comienzo de Todos nosotros, tenía claro que debía enganchar al lector desde la primera página, porque yo, como lector habitual de novela negra y policíaca, es eso lo que le pido a ese género, que su ritmo e intensidad me obliguen a leer un capítulo detrás de otro.
Si hubiera que definir de alguna manera Todos nosotros, yo diría que es una novela con mucho trabajo de fondo. Por una parte, nos sorprende la prosa tan trabajada, tan precisa. Y por otro el trabajo con los personajes. ¿Qué te ha costado más?
Siempre he creído que una mala historia bien contada puede funcionar, pero una buena historia mal contada, fracasa. De ahí que la forma sea para mí muy importante. Además ¿qué es lo que diferencia, en todos los géneros literarios pero más aún en novela negra, a unos escritores de otros? El estilo y el modo en que el autor desarrolla la historia. Los argumentos son finitos; es más, muchas de las novelas que leemos tienen prácticamente el mismo argumento. Es el estilo del autor el que establece la diferencia. Y los personajes, en una novela, son, claro, importantísimos, capitales, porque deben ser como los buenos actores, que te olvidas de que están interpretando un papel: son aquello que ves.
Otra de las fortalezas de la novela es el trabajo que has hecho para reflejar los puntos de vista de las víctimas, de los investigadores y del culpable. ¿Cómo has conseguido meterte en la piel de todos ellos?
He dicho muchas veces que para dotar de vida a los personajes, un novelista debe hacer un ejercicio de transformismo: tiene que ser todos y cada uno de los personajes que crea, meterse en su piel, en su psicología, transmitir sentimientos y emociones reales al lector. Es un poco de locos, pero es así. En Todos nosotros he sido varias víctimas, he sido un asesino y he sido varios investigadores de policía, y he tratado de que todos ellos tuvieran el mismo grado de verosimilitud. ¿Cómo se hace eso? No lo sé, no tengo ni idea, pero ahí está la novela. Que sea el lector quien juzgue si lo he conseguido.
Hay un claro homenaje a las actuales fuerzas de seguridad del Estado, en contraposición con las del pasado. Inteligencia, trabajo, entrega en contraposición a fuerza bruta, imposición.
Si dijéramos que todos los policías españoles de hace 40 años eran unos brutos que basaban su trabajo en la violencia física estaríamos mintiendo, porque entonces también hubo buenos policías que no empleaban la fuerza para resolver los casos en los que trabajaban. Pero es cierto que hubo también mucho cafre proveniente de la policía del franquismo, y que, sin embargo, hoy en día esos métodos son inencontrables en nuestra policía. Y creo que los buenos policías merecen ser elogiados, puesto que se juegan la vida por nosotros a cambio de un sueldo que no está a la altura (ninguno, por alto que fuera, lo estaría) de los altísimos riesgos que corren. Todo buen policía es vocacional, como todo buen médico. No puede ser de otra forma.
Esta es una novela de violencia psicológica muy dura, en la que claramente te esfuerzas por separarte de los detalles escabrosos. ¿Es una forma de mostrar una realidad social manteniendo el respeto a las víctimas y al lector?
Tiene que ver, fundamentalmente, con el hecho de que creo que insinuar, dar a entender algo que va a suceder pero sin llegar a cruzar el umbral, tiene más fuerza y poder de sugestión que lo que se nos muestra con todo detalle. No me gusta la explicitud, el gore, y cuando insinúas, permites al lector que deje volar la imaginación, y el efecto psicológico puede ser aún más fuerte. Es como la radio y la televisión: la primera deja lugar a la imaginación; la segunda no, porque te lo está enseñando todo. También serviría la diferencia entre el erotismo y la pornografía: mientras que el primero te sitúa en un contexto y te permite imaginar situaciones, la segunda te lo da todo hecho y no deja margen alguno para imaginar.
Dentro de la novela negra ¿qué autores son tus favoritos?
Novela negra o policíaca. Aparte de los clásicos, te diría que Philip Kerr, James Ellroy, Donald Ray Pollock, John Connolly…
¿Para cuándo tu próxima novela? ¿Has comenzado un camino en el que nos encontraremos de nuevo a Diego y sus colegas?
Estoy trabajando en una novela policíaca de larga extensión que espero poder concluir pronto, y es posible que en ella aparezcan personajes que ya estaban en Todos nosotros y que, creo, aún tienen recorrido.
Muchas gracias, Javier. Nos vemos en Galapanoir
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