En Nada importante reflejas la violencia contra las mujeres en los años 90 y en actualidad. ¿No temes que el tema que tratas abra siempre un debate y la calidad literaria pase a un segundo plano?
La verdad es que no. A mí me gusta leer historias que, además de distraerme, me hagan pensar, y eso no hace que deje de apreciar la calidad literaria de las mismas. En todas mis novelas coloco de fondo un tema de carácter social con el que los lectores puedan (o no) sentirse identificados. En este caso, cuento la historia de un asesino en serie que decide erigirse como salvador de la sociedad acabando con parejas mixtas que, según sus criterios, se saltan una normativa de género anacrónica que él mismo ha estipulado. Esa normativa aboga por la inferioridad de las mujeres frente a los hombres, a los que deben acompañar y servir.
Los personajes que rodean a Minerva, la protagonista de Nada importante, salvo Hilda que es holandesa, representan los pilares del machismo: la madre que quiere que su hija perpetúe los valores del patriarcado para evitarse problemas, el amigo protector que, aun con buena voluntad, necesita estar siempre pendiente de ella, el amigo gamberro y gracioso que representa al “malote” que gusta a todas las chicas. ¿Crees que, inconscientemente o conscientemente, estamos programados para representar uno de esos papeles? ¿Que Hilda no sea española es casualidad?
Todos esos personajes existen, en cierto modo, en la vida real, pero también existen muchos otros que, poco a poco, van implantándose en la sociedad actual. Me refiero a las madres y padres que procuran que sus hijas sean felices haciendo aquello que quieran hacer sin preocuparse de los antiguos valores patriarcales, a los amigos que no protegen sino acompañan, a las personas que no juzgan a las mujeres por defender sus derechos…
Que Hilda sea extranjera no es una casualidad. Necesitaba un personaje con unos valores diferentes a los que priorizaban en España en los años 90 y recordé a varias amigas y amigos holandeses de aquella época, afincados en España, a los que no les importaba tanto el qué dirán como a los españoles, y decidí adoptar a una de ellas que, en realidad, es una mezcla de todos.
Me ha gustado mucho como el narrador en cada capítulo entra en la mente de cada uno de los personajes y la trama avanza desde la perspectiva de cada uno de ellos. ¿Cuál ha sido el personaje cuya mente ha sido más difícil de reflejar?
Con algunos lo he pasado verdaderamente mal, pero si tuviera que elegir uno me quedaría con Sagrario. Lo peor de todo es que, mientras escribía, me daba cuenta de que eso a lo que se aferra ella no se aleja tanto de lo que todavía piensa, aunque sea por una décima de segundo, parte de la sociedad. La presión social y el miedo al cambio nos obligan a aceptar cosas terribles y a contemplarlas bajo un prisma de normalidad.
En Despiértame cuando acabe septiembre, Amparo, la protagonista, sufre un terrible golpe cuando su hijo desaparece tiempo después de la desaparición de su marido. En tu anterior libro No oigo a los niños jugar la protagonista es una mujer, una joven, que se encuentra en un centro psiquiátrico y que arrastra un terrible sentimiento de culpa después de la muerte de su familia. Minerva, después de sobrevivir a una violación y a una paliza brutal que le provoca una amnesia que borra todo su pasado, tampoco es capaz de dejar de sentirse culpable y avergonzada de lo que otros le han hecho. ¿Es casualidad que las tres protagonistas sean mujeres?
En mi primera novela, El camino de las luciérnagas, el protagonista es un hombre y, en esta última, Nada importante, creo que hay dos co-protagonistas: Minerva y su asesino. Sí es cierto que en mis otras novelas, la protagonista absoluta es una mujer y no es casualidad. Es así porque las historias así lo requieren precisamente para dar visibilidad a los diferentes lugares en los que nos coloca la sociedad por distintos aspectos como la edad, el género, la situación socioeconómica…
Tratas, en cada una de las novelas uno de los temas de los que la sociedad prefiere no enterarse, no sé si para fingir que no existen. ¿Qué más se puede hacer para que se afronten de cara tanto los problemas mentales como la violencia contra las mujeres si nadie quiere mirar de frente a estos problemas?
Creo que este tipo de problemas sociales empiezan a tenerse en cuenta, lo triste es que tengamos que llegar a situaciones extremas para que así sea. Es importante continuar construyendo pequeños peldaños, que nos lleven a la visualización y condena total de los mismos, a través de diferentes actos, como la tolerancia cero hacia comentarios y actuaciones indebidas, o la exposición de pequeñas situaciones abusivas que denuncien la actuación de quienes las cometen.
Cuando Minerva no puede recordar nada de su pasado todos los demás personajes tienen miedo de que acabe recordando. Su falta de recuerdos convierte a Minerva en una mujer frágil que no cuenta con experiencias que le puedan ayudar a enfrentarse al presente y al futuro. Si el pasado nos atormenta tanto ¿no es preferible olvidar los momentos traumáticos? ¿Se puede vivir sin pasado?
No, es muy difícil vivir sin pasado y, aunque sea un pasado traumático, es necesario recordarlo. Saber de dónde venimos nos ayuda a comprender nuestro yo actual y nos permite tener conciencia de por dónde debemos actuar para modificar algo. Es importante saber cómo fue el antes para comprender el ahora.
Una pregunta que os hacemos a todos es si creéis que los festivales de novela negra sirven realmente para acercar a nuevos lectores al género o si hay demasiados.
Es cierto que cada vez existen más festivales de este tipo, pero todos tienen algo que los hace diferentes a los demás. Los festivales literarios sirven, entre otras cosas, para que los lectores y los autores se conozcan e intercambien opiniones, y, por supuesto, esto consigue que más personas se interesen por la literatura y lean.
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