sorprendido en este año pasado.
Lía, ha huido de su vida y se ha refugiado en Santiago de Compostela. Huye de sus fantasmas, de su familia, del asesinato sin resolver desde hace treinta años, de su hermana Ana. Esta apareció descuartizada y quemada en un descampado sin que nadie logre averiguar cómo ni por qué.
Catedrales sí es una novela coral. Sus siete protagonistas, Lía, Mateo, Marcela, Elmer, Julián, Carmen y Alfredo nos narran una parte de la novela y de la historia, en orden ascendente de conocimiento hasta que nos cuentan toda la verdad. De esta forma la autora va retratando a través de sus hechos, de cómo los justifican, de cómo los cuentan, a sus personajes. Estos personajes tienen una gran complejidad, están trabajados. Por ejemplo, si comparamos al padre y a la madre de Ana, vemos que la segunda carece de peso en la historia, casi no sabemos nada de ella, mientras que Alfredo es uno de los pilares de la historia.
Claudia arremete sin piedad contra los tres pilares de nuestra Sociedad: La religión, la familia y la política.
La religión viene sustentada por cuatro personajes a cuál más hipócrita: la madre de Ana, su hermana Carmen, Julián y el padre Manuel. En ellos se retratan los católicos de golpe en pecho y de rosario que luego son gente malvada, egoísta, incapaces de mirar más allá de su propio ombligo. Quizás la peor sea Carmen dado que no solo se nos presenta como una pésima católica sino también como la peor de las hermanas.
Y aquí entra la familia, la familia que antepone su catolicismo a la comprensión y la ayuda a los hijos, una familia que, ante todo, teme que se resquebraje su honor y su buen nombre. Que los vecinos no vayan a hablar mal de nosotros¡ Una familia incapaz de crear un ambiente en el que una niña de 17 años, acorralada no pueda acudir a sus padres en busca de ayuda.
En cuanto a la política, la autora dirige su mirada su país, Argentina, poniendo de manifiesto las mentiras, los políticos que anteponen el voto antes que las necesidades de la gente que les vota. Y la gente que aprovecha los vacíos legales para lucrarse a costa de cualquiera y a cualquier precio.
No puedo comentar uno de los temas más importantes de la crítica social de esta novela, pues les destriparía toda la historia.
El caso es que la muerte de Ana, la falta de respuestas destroza definitivamente esta familia de clase media argentino, culta, católica, feliz: «La verdad que se nos niega duele hasta el último día» Ana, pobre, todos la abandonan, todos menos su amiga que, aun habiendo perdido la memoria, permanecerá fiel a ella a lo largo de los años.
Claudia Piñeiro nos reta duramente: cada uno debe decidir con su conciencia quién fue el culpable de la muerte de Ana. Y creo que todos y cada uno de los lectores, después de ciertas dudas, coincidirán en su dictamen.
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