viernes, 26 de marzo de 2021

Manu López Marañón nos revela secretos de Alcohol 99º

Hoy tenemos el honor de contar con Manu López Marañón y esta vez no lo hace regalándonos una de sus certeras reseñas, si no para contestarnos a unas preguntas. Vamos a conocer un poco más al autor y a su obra


«Alcohol de 99º» es una novela protagonizada por dos delincuentes de poca monta que empiezan su carrera delictiva en Bilbao, pero es mucho más que eso. Una novela costumbrista, un viaje de iniciación, una novela de barrio… ¿Qué es realmente «Alcohol de 99º»?


Ernesto Sábato lo tenía claro: «la novela es un género vital, versátil e impuro. No hay un arquetipo en el que basarnos para definirla». Las grandes novelas no aceptan etiquetas, son un cajón de sastre en el que cabe de todo; las etiquetas son creadas por distribuidores y libreros, que las colocan según venga la moda. Ahora todo pretende ser género negro, pero si algún día cambia la onda y, por ejemplo, tienen éxito las novelas de barrio dirán que «Alcohol de 99º» pertenece a ese grupo. Se trata de vender. Si algo define a mi obra es que es una novela urbana. Sin más.


 


Ernesto Sabato (1911-2011)


¿Por qué situaste la historia en los años 80? ¿Qué tiene de especial esta época para que haya ahora una especie de nostalgia al hablar de ella y que, sin embargo, fue una época violenta y bastante hortera?


Violenta y hortera, pero trascendental para nuestro país, con la democracia recién recuperada y puesta en peligro por los cuatro puntos cardinales. Y en lo que se refiere a uno de los principales fenómenos que caracterizó a la década, la delincuencia juvenil, tan repasada en lo que hoy se conoce como «cine quinqui», apenas había sido llevada a la literatura española. «Alcohol de 99º» nació, entre otras cosas, para radiografiar con la mayor nitidez aquellos años terribles pero también llenos de expectativas (que no llegaron a cumplirse).


¿De dónde salen Artur y Asís? ¿Están basados en algún personaje real de tu pasado o son pura ficción?


A Artur y Asís los descubrí una tarde, tomando café en un bar. Estaban enfrente de mí, discutiendo por algo que les preocupaba mucho. Todavía no les había puesto nombre, pero con esa imagen de dos tipos de aspecto poco recomendable, apurados (especulé) porque debían dinero a un narco, arrancó «Alcohol de 99º». El primer borrador empezaba con la frase «Entonces, ¿crees que para esta noche no juntamos la tela?», en lo que hoy es la página 183.


Y las mujeres que aparecen en «Alcohol de 99º», ¿qué importancia crees que tienen en la historia?


Decisiva, como atestiguará cualquier lector. Ambas proceden del mismo barrio, el bilbaíno de La Peña, pero son muy distintas. Luli es más estereotipada, la clásica buenorra sin demasiado seso pero ambiciosa hasta decir basta. Dora me costó más componerla porque es una mujer que ha sufrido mucho en la vida y su forma de actuar a veces no resulta comprensible; es lo que hoy se llamaría una persona bipolar. En cualquier caso estoy satisfecho del rendimiento que han dado: sin ellas «Alcohol de 99º» no existiría.


El narrador no habla como los protagonistas. Utiliza un lenguaje mucho más elaborado. ¿Qué intentaste conseguir con ello? ¿Quién nos cuenta la historia de Artur y de Asís?


El que mejor explica la trascendencia del narrador en una novela es Mario Vargas Llosa: «El narrador siempre es un personaje, en todas las novelas. Puede ser visible o invisible, pero el narrador es el personaje principal de toda novela. Hay alguien que cuenta lo que ocurrió y ese alguien nunca es el autor, sino una voz que inventa al autor». Dejando al margen las historias contadas por un narrador que también actúa en la trama, en la novela moderna el narrador está con todos sus personajes, en todo lo que ocurre, pero sin ser visible. Se ha convertido en una fuerza que jamás opina ni juzga, ni mucho menos se mete en la acción. La verosimilitud de la novela actual depende de la neutralidad del narrador. Si su voz se inmiscuye en la trama, con emociones y juicios, volvemos a las novelas del XIX, y eso, en pleno siglo XXI –aunque muchos autores aún lo hagan– chirría y, como lector, suscita mi desinterés.

En «Alcohol de 99º» la voz del narrador corresponde a un sacerdote. El padre Larraz, director de la Protección de Menores donde acaba Artur al inicio de sus andanzas, es quien cuenta, en tercera persona, la novela entera. Es un cura de los que abundaron durante la Transición, de orientación progresista y vocación más social, en su caso interesado por reciclar pequeños delincuentes para la sociedad. El padre Larraz, debido a su cotidiano contacto con estos golfos, conoce la vida marginal y sabe usar el lenguaje callejero; pero, como bien apuntáis, en ocasiones deja llevarse por un léxico rebuscado, preciosista, en el que hasta se cuela algún latinajo herencia de su estancia en el seminario. Como buen sacerdote esta historia por él relatada tiene intenciones moralizantes, pero si el lector permanece atento no hallará en toda ella una sola opinión suya, menos un juicio de valor. El narrador de «Alcohol de 99º» en esto es –como prescribe Vargas Llosa– perfectamente invisible, neutral. Presenta su historia notarialmente para que cada cual extraiga conclusiones.


Siempre has dicho que Marsé es uno de tus escritores de cabecera. ¿Que la historia termine en Barcelona es un homenaje a este autor? ¿Hay algún guiño más a Marsé?


Juan Marsé, en «Últimas tardes con Teresa», crea al Pijoaparte y de él parte esa novela llamada «de barrio» que tratamos de continuar hoy unos cuantos. Manuel Reyes, charnego de monte Carmelo, en constante rebeldía hacia un hábitat que él consideraba una canallada tener que aguantar, es un arquetipo literario. Y eso lo consiguen pocos escritores. 


El guiño, para quienes han leído «Últimas tardes con Teresa», se produce cuando Artur sube al Carmelo. 


Pero de ninguna manera llevo «Alcohol de 99º» a Barcelona para homenajear a Marsé. Me seduce la ciudad, y mucho más aquella de mediados de los 80, conflictiva y peligrosa, sí, pero abarrotada de vida y creación cultural (en las antípodas de lo que encontramos actualmente en una Barcelona que a mí, que la llevo visitando desde 1986, –y lo digo con dolor–, cuesta un montón reconocer). Para esta ambientación ochentera de la parte catalana de «Alcohol de 99º» me aporta mucho Manuel Vázquez Montalbán. Nada como leer algún caso del detective Pepe Carvalho para empaparse bien, y rápido, de aromas rambleros y de aquel barrio chino con sus estrafalarios personajes (por desgracia ya muertos y enterrados).

 

                                                                  Juan Marsé (1933-2020)


¿Qué otros autores crees que han influido en tu manera de escribir?


Para «Alcohol de 99º», aparte de los citados, influyen las novelas «Prótesis» de Andreu Martín y «Al margen» del francés André Pieyre Mandiargues. Obras irrepetibles escritas en estado de gracia, que se acercaron a la Barcelona más canalla y supieron recrearla como nadie más lo hizo. Para nuestra vergüenza –ambas– permanecen descatalogadas. Eso muestra el tamaño de nuestra indigencia literaria, a qué nos conduce tanto best-seller de editoriales poderosas. A Andreu y André los he podido conocer por golpes de fortuna en librerías de viejo y ferias del libro usado y de ocasión.             



¿Cómo documentaste la novela en la parte que se desarrolla en Barcelona? ¿Has salido mucho por allí o conoces los bajos fondos sólo de manera teórica?


Nada de teorías. Visité a fondo el barrio chino de Barcelona antes de las Olimpiadas. Aún mantenía algo de su antiguo esplendor anárquico y prostibulario (estuve un par de veces en la Bodega Bohemia, por citaros un ejemplo). Reconvertido en el Raval se ha gentrificado y resulta light. Necesitaba emociones fuertes y me hablaron del barrio chino de Valencia. Aquello sí que era dinamita (hace 10 años, no sé cómo seguirá): situaciones comprometidas que necesitaba para la novela las saqué de aquel maná y de mis experiencias en él, unas experiencias entre muy peligrosas y surrealistas. 


Ya en las últimas visitas a Barcelona di –en lo que resultó ser toda una epifanía– con lo que fue la Cúpula Venus y, sobre sus restos, inventé ese restaurante de lujo con casino en plena Rambla, algo de lo que estoy orgulloso porque creo que ha quedado bastante creíble (alguien me ha habló de hacerlo realidad). Para el edificio del Eixample donde ubiqué la sucursal del banco Popular pateé la zona un agosto que batió allí registros de calor. Al final di con lo que buscaba: un banco en el bajo de la calle Aragón 314 con entrada y salida (además de otra salida que da a la perpendicular calle del Bruc). Era perfecto para el atraco con el que quería dar punto final a «Alcohol de 99º».

          


La poesía y vida de Jaime Gil de Biedma entran, no pocas veces, en las páginas de esta novela (nunca hubiera creado a mi personaje favorito del libro, El Piro, sin conocer a fondo la obra de Jaime –incluyendo la correspondencia y sus diarios que, de forma impagable, ha ido editando estos años Lumen–): siento verdadera pasión por este poeta. Más tarde, ya con «Alcohol de 99º» terminado, y releyendo la monumental y excepcional biografía que para la editorial Circe preparó Miguel Dalmau (a quien aprovecho para mostrar mi agradecimiento), descubrí cómo en Aragón 314 había vivido la familia Gil de Biedma, incluyendo al propio Jaime hasta que se emancipó y alquiló «aquel sótano más oscuro que mi reputación» en la calle de Muntaner. Me quedé de piedra.

                                                                        Calle Aragón, 314

¿Qué podemos esperar los lectores de Alcohol de 99º en un futuro? Hay secundarios que darían para más… ¿Habrá otra historia con algún personaje de la novela?


Mi próxima obra, que se titula «Prosas para eunucos», es fundamentalmente un libro de relatos. Algunos de ellos vienen protagonizados por personajes de «Alcohol de 99º», pero no por los secundarios. En este segundo libro mío los lectores volverán a encontrarse con Artur, Asís, el padre Larraz, Dora… y hasta con un redivivo John Lennon. Quizás sea buena idea que algún secundario protagonice otra historia. Puede ser, no sé. La verdad es que he acabado harto de «Alcohol de 99º» y pretendo escribir algo totalmente diferente.

                                        La portada de «Prosas para eunucos» volverá a estar 
                                                             a cargo del pintor bilbaíno Jorge Urizar Urraza.


¿Va a haber alguna presentación en breve? Tus lectores estamos deseosos…


La Covid ha puesto literalmente patas arriba este asunto y mucho me temo que tardemos en encontrarnos con motivo de una presentación en vivo. Confío en hacer alguna en Madrid, tengo amigas y amigos allí y estoy convencido de que irían encantados para brindarme su apoyo. Saldría un acto muy lucido. Pero hay que esperar: de momento ni se puede salir de la propia Comunidad Autónoma, con que vosotras me diréis… De todas maneras las editoras de Grupo Tierra Trivium apuestan fuerte por las presentaciones virtuales de sus autores. No me extrañaría que preparen algo para «Alcohol de 99º». Las ventas del libro aumentan poco a poco. Se debe aprovechar estos momentos de expectación inicial para tratar de captar lectores. 


                                                    La edición de Grupo Tierra Trivium (2021)


viernes, 19 de marzo de 2021

Alcohol de 99º, de Manu López Marañón. Una novela de iniciación y mucho más

MayaVelasco.

Alcohol de 99º de Manu López Marañón (Tierra Trivium 2021), una alegría, un honor y un reto reseñarla.

“un alcohol capaz de volatilizar de tu mano hasta el último de los nitratos de quien dispara un arma”

En esta novela, Manu López Marañón nos relata la historia de dos amigos de Bilbao, Artur y Asís que comienzan su andadura como pequeños raterillos de barrio para terminar paseando por las Ramblas de Barcelona.

Para los amantes de las etiquetas, ¿novela negra urbana? ¿novela de iniciación? ¿road noir? ¿quinqui noir?. Yo creo que lo tiene todo.

Pero fundamentalmente, es un retrato fiel de una época especialmente convulsa. El propio autor en su video promocional nos habla de los que han tenido la dudosa suerte de vivir la locura de los 80, locura a menudo, avivada por las drogas que pululan por todas las calles. Por tanto, también novela de denuncia de una sociedad que ofrece pocas posibilidades a los jóvenes de clase baja y sobre todo si vienen de familias desestructuradas, es decir, delinquir y drogarse.

Nuestros protagonistas van ascendiendo en la escala de sus fechorías, menudeo de drogas, robo de gasolineras, hasta llegar al que será su gran golpe. En el fondo al lector (y creo que también al autor) Artur y Asís le dan pena, son unos pobres desgraciados que suelen confiar en quien no deben y que dan con sus huesos en la cárcel. Pero por muchas veces que caigan, ellos siguen luchando por sobrevivir en las calles. A mí me recuerdan un poco, sobre todo al principio de Alcohol de 99º al Lazarillo de Tormes, unos infelices que solo luchan por vivir. “Starting over”, no es casual que un capítulo se llame como la canción de John Lennon (que, por cierto, también tiene su papel en la novela).

Otro tema que se plantea en esta novela es la homosexualidad en una época en que todavía no estaba socialmente admitida. Uno de los personajes no se atreve a admitirlo y mostrarlos ante sus amigos.  Y la soledad que en el fondo sienten todos ellos: ”Reconocer que estaba ahí, en el parque, solo, que él era él y no su madre, ni por supuesto su padre, ni menos sus compañeros de clase, ni Asís incluso, suponía un descubrimiento incómodo que inauguraba su adolescencia: una época dura en la que descubres que eres tú y nadie más, pero en la que no sabes quién demonios eres ni en qué consistes exactamente”

Por supuesto, Alcohol de 99º cuenta con todo un catálogo de personajes de la época, la madre enganchada, el padre desaparecido, el cantante olvidado, el amante tierno y enamorado de un menor…


El escenario es Bilbao y en un homenaje al gran Marsé, acaba en Barcelona. Hay más guiños de Manu López Marañón a su admirado Marsé: Asís conoce a su novia rica en un baile de patio para pijos; las visitas al Carmelo y la pareja francesa que pretende adoptar a uno de los chicos.

El estilo narrativo de Alcohol de 99º es sobrio pero elegante, muy culto. La jerga está impecablemente reflejada. Las escenas y los diálogos recuerdan al estilo cinematográfico.

Una magnífica novela de un magnífico autor, y magnífico amigo.

GRUPO TIERRA TRIVIUM
EAN: 9788412314731
Autor: JOSÉ MANUEL LÓPEZ MARAÑON
Colección: SANGRE Y TINTA
Fecha Lanzamiento: 01/02/2020
Nº de páginas 520
Encuadernación: Rústica – Tapa Blanda


viernes, 12 de marzo de 2021

Los muertos no mienten de Stephen Spotwood. Una novela protagonizada por dos mujeres en la semana de la mujer

 Maya Velasco.


Los muertos no mienten de Stephen Spotwood es la nueva apuesta de Editorial Planeta. 

Una novela negra con un corte clásico, ambientada en Nueva York, años 40. Lo original de esta novela, lo que más me ha gustado de esta novela, es que las detectives, porque son dos, son mujeres. De hecho, todos los personajes conductores de la trama son mujeres. Los personajes masculinos que hay, tienen un papel insignificante o solo se dedican a dar mamporros a Will.

Willowjean Parker es una joven que trabaja en un circo y que por esas casualidades de la vida se cruza con la famosa detective privada Lilian Pentecost, enferma de esclerosis múltiple. Pentecost, siguiendo una corazonada, decide ofrecerle un puesto como ayudante, incluyendo formación, casa, manutención… y amistad. Las dos se cuidarán mutuamente mientras se enfrentan a un asesinato de la clase alta de la metalurgia. Deben resolver el asesinato de Abigail Collins, esposa de un empresario que se suicidó hace un año. La relación entre estas dos mujeres es lo que le da a la novela un carácter especial de camaradería, de ternura incluso.

Por allí se mueven los mimados gemelos de la familia, Rebeca y Randolp y el mejor amigo, Harrison Wallace. Cualquiera de ellos puede ser culpable. Pero se da la circunstancia de que, en el conflicto, se introduce a una médium que estaba allí el día del asesinato y que aparentemente, tiene algo que ver con todo.

Will es quien nos va narrando la historia intercalando su pasado y jugando con nosotros contándonos pequeñas mentirijillas que más tarde nos descubre. Es una muchacha vivaz, sabe de todo, resolutiva y cariñosa. Dura, vehemente. A menudo, conversa con el lector de tú a tú:

“Lo que viene a continuación es un ejemplo de una ocasión en que metí la pata hasta el fondo. Seguramente podría encontrar una forma de suprimirlo, pero te respeto como lector y espero tu generosidad al leerlo”

El escenario es el Nueva York de los años 40, sus barrios más lujosos y los más pobres, los locales nocturnos, las cárceles y los parques.

El estilo es rápido, fácil de leer, entretenido, con notas de humor y momentos de tristeza. Engaños, chantajes, muertes, peleas… lo típico en una novela detectivesca “Habitaciones cerradas, espíritus vengativos y mujeres muertas conservadas en frío”

El desenlace de esta historia lo dejo para que lo descubra el lector por sí mismo. ¿Es Los muertos no mienten el primero de una serie de aventuras de Will Parker y Lilian Pentecost?

Nº de páginas: 400
Editorial: S.A. EDICIONES B
Idioma: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788466668774
Año de edición: 2021
Plaza de edición: ES
Traductor: LAURA PAREDES LASCORZ
Fecha de lanzamiento: 18/02/2021



viernes, 5 de marzo de 2021

PERDICIÓN: El asesino de la Polaroid. Daniel L. Hawk y J.A. Beckett. Ediciones P.G. (2019)

Manu López Marañón


Para quienes siempre hemos sentido curiosidad por la manera en que salen adelante las novelas escritas a cuatro manos, el encuentro entre el filósofo y escritor J.A. Beckett (Granada, 1968) con el disc jockey, diseñador gráfico y miembro de un gabinete jurídico, Daniel L. Hawk (Sevilla, 1969), añade una buena dosis de asombro: la de saber que previamente –y en solitario– Beckett ha escrito ya dos novelas protagonizadas por David Ábaco, el detective de «Perdición: el asesino de la Polaroid». La primera, «Entre las hojas muertas», está ambientada en el Chile de Pinochet (la trama aúna alta política e intriga) y en «La muerte sabe a Blues» homenajea al cine negro con su detective perspicaz, la femme fatale y el infaltable crimen que sacude a la alta sociedad.

Es decir, que Daniel L. Hawk se ha incorporado a una saga bastante rodada para contribuir a este tercer caso del detective ideado por Beckett, lo que resulta –creo yo– algo insólito en nuestras letras, por no decir único. De cualquier manera, esta colaboración suya, por lo menos en la novela que reseño hoy , ha dado un resultado muy estimulante. ¡Ah!, y no puedo olvidar que Daniel y J.A. tienen entre sus manos, desde hace más de un año, otro trabajo en común: el de dirigir una gran revista de referencia para el género: Solo Novela Negra.

No soy entusiasta lector de investigaciones criminales ni menos de thrillers. Creo haber leído ya suficientes obras de este popularísimo remedo literario como para asegurar que, sin duda, con cualquier otra rama del género (así, novela negra de barrio, novela negra histórica o novela negra rural) disfruto muchísimo más. A «Perdición: El asesino de la Polaroid» llego por la recomendación de una amiga lectora de absoluta confianza, algo que me hace abrir este thriller con las más altas expectativas puestas en él.

El escritor que junto a Borges mejor ha reflexionado sobre esta clase de literatura, el inmenso Ricardo Piglia (autor de «Plata quemada» obra maestra que muchos harían bien en conocer), dejó dicho cómo «en cualquier novela policial hay una situación que define al género mismo: el lector sabe o imagina qué le espera al leer tal o cual título, y lo sabe antes de comenzar». Ese conocimiento, ese saber previo, funciona como un modo de leer… Y este mismo lector puede legítimamente plantearse si no estará ante una lectura innecesaria, una lectura repetida hasta la saciedad que es justo lo que me pasa tras aquel empacho de novelas policíacas de hace años. ¿Qué hacer entonces ante la sobreabundancia de novelas protagonizadas por investigadores de toda laya? Para resultar original la parodia o la renovación parecen ser las únicas opciones que quedan… hay una tercera: empeñarse en parir la novela policiaca «perfecta». Y esta última opción es a la que se han apuntado Daniel L. Hawk y J.A. Beckett en su inaugural colaboración literaria.


 

                                La revista que codirigen los autores Daniel L. Hawk y J.A. Beckett

Una vez aparecido el primer crimen las novelas negras que no son excelentes responden al enigma con esquemas previsibles cuando no trilladísimos. Solo los grandes escritores son capaces de darle a la construcción de la intriga un plus que vaya más allá del simple suspense o de la simple resolución de un problema. «Perdición: El asesino de la Polaroid» muestra con contundencia los sanguinarios crímenes de unas jóvenes estudiantes cometidos por un serial killer. Poseído este por las voces que revientan su retorcida mente, voces sobre las que cada vez resulta menor el efecto de los barbitúricos, de ellas deviene que la brutalidad y capacidad mortífera de quien las escucha vayan en progreso.

Tampoco arrinconan los autores el proceso mental seguido por las secuestradas en el zulo al que van destinadas, proceso casi idéntico que va de la ansiedad pasando por el miedo hasta desembocar en el terror, antesala de sus muertes inminentes. La metodología del patológico asesino, construida y descrita con bisturí de forense, proporciona una indudable seña de identidad a esta escalofriante obra. Rememorando la primera muerte, se lee:

«Nunca olvidaría su cara, sus rasgos característicos, su sangre fluyendo fuera de su cuerpo. Tenía algo de arte. No era un simple asesinato. No era matar por matar. Lo suyo era arte y venganza, venganza y locura».

Otras señas de identidad, para mí no menos interesantes, vienen de la decisión de ambientar la trama en un innominado pueblo del Sur de Estados Unidos y de no desvelar la fecha en que se desarrolla. Por una preferencia que a otro pueda resultar fallida, traslado mi lectura a comienzos de los 90 porque para mí esta novela respira aquella atmósfera criminal de una época que me conmovió y que encontraba en películas como «El silencio de los corderos» o en la serie «Twin Peaks».

                                                    Héroes y villanos: «Twin Peaks» y «El silencio de los corderos».

La oficina del sheriff Hurtado con sus ayudantes –los algo casposos Cullen y Mordrake–, las tiendas de donuts, pubs oscuros como el Perdición (donde corre el Bourbon y suenan blues míticos como el «I need your love» de BB King), o esos moteles de carretera en cuyas desangeladas habitaciones se alojan David Ábaco, Líster y Porto, son emplazamientos bien perfilados que colaboran a crear ese ambiente americano.

Soltero por elección o conveniencia, el detective de este tipo de narración no suele participar de ninguna institución social (ni siquiera de la microscópica familia). Esa condición outsider es la que garantiza desde el comienzo del género su libertad y autonomía, por eso es él quien mejor puede ver la perturbación social, detectar el mal y lanzarse a actuar.

En el caso de nuestro protagonista –David Ábaco– se cumple a rajatabla lo que acabo de decir. Es cierto que a raíz de una monumental borrachera que acaba con él en la celda de una comisaría, es «invitado» por el teniente Porto y el sargento Líster a acompañarlos hasta el lugar de los hechos y embarcarse en la resolución de este tremendo caso. Pero, una vez llegados allí, el detective Ábaco pronto se desmarca para investigar por su cuenta (aunque es cierto que en todo momento trabaja en equipo y rinde cuentas a sus jefes).

Una novedad señalo en la personalidad de este inteligente sabueso dado al alcohol y a la desazón existencial, y que sólo encuentra paz para su espíritu en esos tugurios para perdedores a los que acude con asiduidad: es su radical pesimismo, una completa desesperanza, la negativa visión del mundo.

Los capítulos en primera persona (hay varios como el [28] que parecen páginas de una autobiografía a corazón abierto), aquellos que vienen contados por el detective (se alternan con los narrados en tercera persona por los autores), se inician con estremecedoras declaraciones de principios, unas declaraciones que –en no pocas ocasiones– parecen proponerse empequeñecer a Thomas Hobbes:

«El hombre tiene grabada en su alma el estigma del culpable. Nunca alcanzaremos la salvación. La bondad se diluyó en nuestra naturaleza, somos carroñeros abalanzándose sobre un cadáver putrefacto en mitad de la nada. Nos hemos convertido en seres perdidos, seres perdidos para siempre».

«Pero yo era un tipo sin esperanzas, deseando de un momento a otro ocupar una sucia y barata caja de madera para ser incinerado. Mis cenizas no tendrían el glamour para ser esparcidas por un bello paisaje o por un mar azul, posiblemente ocupasen el espacio de una caja de cartón para perderse finalmente en un cubo de basura».

La extravagancia, la diferencia que define a estos sujetos extraordinarios que investigan, se asocia en el caso del raro y algo bohemio David Ábaco a la soledad, el humo y el alcohol. Hay –durante toda la novela– referencias a un pasado no muy lejano de profesor universitario, a una vida en pareja, dramáticamente truncada pero que no se aclara. Es posible que estos trágicos acontecimientos hayan sido ya narrados en alguna de las anteriores novelas de Beckett, o, también, que los autores hayan querido dejarlos en el aire para desarrollarlos en una próxima obra.

Decía Jorge Luis Borges que «este tipo de relatos acaban por convertirse, en definitiva, en una suerte de calidoscopio o de breve clasificación de la trama múltiple de crímenes, siempre extraordinaria y siempre repetida, que señala y define la lógica secreta del mundo en el que, resignados, vivimos». La ambientación de «Perdición: el asesino de la Polaroid» favorece su rápida identificación de personajes y escenarios, mamados gracias a las películas norteamericanas. La verdad es que si Hawk y Beckett hubieran elegido Utrera y en vez de policías federales los que investigasen fuesen guardias civiles quizá el resultado hubiera sido igual de intenso…Pero hoy día captar a un lector, y más para un género tan sin criba, con sobreabundancia de títulos (en su mayoría nefastos pese a lo que venden), está muy complicado y cualquier argucia comercial que lo haga más interesante es legítimamente válida.

Un género con convenciones, fórmulas y líneas temáticas tan estereotipadas como las de la novela policiaca debe «romperse» en algún momento con la historia de la obsesión de un personaje. En «Perdición: el asesino de la Polaroid» lo novelístico se sostiene bien gracias a su asesino múltiple, un serial killer cuya conciencia, centrada en una alambicada venganza, trata de conformar el mundo a través de una cosmogonía que, sin que lo sepa, no está fuera de él, sino que nace de su propia y enferma mente.

Con modalidades múltiples y visiones personales, las ya pocas novelas policíacas inolvidables reconstruyen distintas perspectivas del criminal como un autómata extraño, casi una «máquina de matar», que no controla sus impulsos y actúa con eficacia a la vez desesperada y brutal. Así lo han pretendido, –y logrado con creces–, Daniel L. Hawk y J.A. Beckett en «Perdición: el asesino de la Polaroid». Desde esta revista damos la enhorabuena a ambos y esperamos el nuevo título de una saga merecedora de tener una entusiasta legión de seguidores…


ENTREVISTA CON DANIEL L. HAWK y J.A. BECKETT:

No pocos hemos sentido la tentación de escribir con otra persona a la que admiramos. Algunos, como vosotros, habéis caído de lleno en ella y ningún lector de «Perdición: el asesino de la Polaroid» va a lamentarlo. Con vuestro permiso, trato de sacaros algo sobre esta peculiarísima forma de afrontar una obra artística, en este caso una novela noir.

¿Cómo os planteáis escribir al alimón «Perdición: el asesino de la Polaroid»?

Daniel L. Hawk (DLH):

Durante toda mi vida he estado escribiendo, tengo innumerables proyectos inacabados. Empiezo muy bien, pero a medio trabajo se me atragantan y los aparco para empezar unos nuevos. Esto acabó cuando supe de la faceta de escritor de J. A. (trabajamos juntos) y le expliqué mis problemas con la escritura y Perdición era uno de esos proyectos inacabados. Así que le pedí ayuda y esa ayuda se convirtió sin darnos cuenta en escritura a cuatro manos y vimos que la cosa funcionaba, así que acabo en la obra que hoy reseñáis y de la cual solo podemos dar las gracias.

J.A. Beckett (JAB):

La verdad es que me lo planteé como un juego, como una nueva experiencia literaria, como algo novedoso y distinto. Yo tenía tres libros y Dani la ilusión por escribir uno. No me lo pensé. La vida del escritor frente a la hoja en blanco es muy solitaria y a veces muy desagradecida. Por eso, poder compartir ideas, ilusiones, proyectos y trabajo, mucho trabajo, me pareció enriquecedor y apasionante. Era como tener dos mirillas en la misma puerta, los dos vemos la misma realidad, pero desde perspectivas diferentes, y eso me pareció fantástico. Sin duda enriquece cualquier producto literario. Como así ha sido.


El hecho de que J.A. Beckett hubiera publicado dos novelas con el detective de «Perdición: el asesino de la Polaroid» como protagonista, ¿no resultó un incordio a la hora de establecer las competencias de cada uno para este tercer caso de David Ábaco?

DLH: Ni mucho menos, fue una «imposición» de J.A. seguir con sus personajes en nuestra novela, para mí en realidad fue un regalo, ya tenían andadura, sabía cómo eran por su anterior novela que ya había leído, te ahorrabas crear el perfil de tres personajes nuevos.

JAB: Al contrario, creo que mi personaje salió reforzado. Aportar nuevas ideas y nuevas maneras de ver la historia hizo que nuestro detective adquiriese nuevas facetas que yo no le había dado. Los personajes son algo curioso, son como seres vivos que acaban viviendo independientemente de ti y que como personas van creciendo y van adquiriendo su propia personalidad a raíz de lo que le aportamos. Y nuestros personajes nos sobrevivieron a los dos. Y con éxito y sin complejos.

Pasamos al proceso de redacción… ¿Un autor escribió los 48 capítulos y el otro iba corrigiéndolos? Se me ocurre que uno pudo escribir los capítulos en primera persona y el otro los que vienen en tercera… ¿Se dio algo así? Y ahora, sinceramente: ¿habéis discutido mucho para sacar adelante este proyecto? ¿Escribiréis otro caso de David Ábaco?

DLH: Pues la verdad es que uno escribió en primera persona y el otro en tercera hasta que por diversión nos intercambiamos los papeles, así que ambos estamos repartidos por toda la historia y se puede decir que casi hemos escrito un 50% del libro cada uno.

JAB: Como he dicho antes para mí era un juego, una experiencia diferente. Yo escribía en primera persona y Dani en tercera, hasta que decidimos cambiar. Y fue muy divertido y apasionante, porque al final ya no reconocíamos ni nuestras propias frases. Había surgido un todo sin fisuras. Un río donde no había partes, todo era una corriente de agua buscando el mar.

Aparte de esta primera colaboración literaria, codirigís la revista Solo Novela Negra… ¿Qué tal os va con ella? ¿Compartís alguna cosa más?

DLH: La revista es un proyecto que nos ofreció la editorial de manos de Anxo do Rego y que da muchísimo trabajo, pero también muchas alegrías. Nos permite estar ligados al género que nos apasiona de manera directa. Así como relacionarte con gente del mundillo y estar al día de todo lo que se cuece. La revista no deja de crecer y eso es el premio que nos llevamos. Sobre la última pregunta, trabajamos juntos, así que compartimos más tiempo que con nuestras propias familias.

JAB: Como dice Dani, dirigir una revista como Solo Novela Negra es un premio para alguien que ama este género, como es nuestro caso. Es una forma de ayudar a que la novela negra sea considerada como algo importante dentro del mundo de la literatura. También nos ayuda a que otros autores puedan crecer y dar a conocer sus obras, como también nos ayuda a participar del mundo cultural que nos rodea. Pero en este caso he de agradecer todo el trabajo de Dani en la dirección, yo como filósofo soy muy disperso y él siempre sabe marcar el camino y las directrices. He de decir que Solo Novela Negra es sin duda la revista referencia de este género y no paramos de crecer. Dani y yo somos dos personas totalmente distintas, pero sin embargo coincidimos en muchas cosas. Nos encanta tener ilusiones y sueños, no tenemos alas, pero no las necesitamos, porque tenemos todo un cielo encima nuestro.

Pensando en el lector de este trabajo cuya curiosidad se despierte por «Perdición: el asesino de la Polaroid» (¡ojalá sean muchos!), y sabiendo de la abundancia de este tipo de novelas de investigación, ¿cuál sería el hecho diferenciador que pueda llevarle a comprar la vuestra? ¿Quizá la compleja personalidad del detective, la bestialidad del asesino, la impecable ambientación, o algo diferente que se me haya podido escapar como entregado lector?

DLH: O la suma de todo lo que propones. Fue un reto intentar juntar la novela negra, la policiaca, el hard-boiled en un thriller. Porque no nos equivoquemos, la novela es un thriller en los que vamos dejando pinceladas de otros estilos literarios. También hemos intentado recrear los ambientes que encontraríamos en un guion, donde hay más dibujos en un story-board que en el propio guion. Para nosotros ese story-board es tu imaginación, nosotros te damos un par de inputs, tu cabeza hace el resto.

JAB: No pretendemos que nuestra novela sea «Ulises» de Joyce, nosotros pensamos en el lector, queremos que se lo pase bien, que rompa con su monotonía, que por un tiempo se deje llevar a otra realidad, a otra historia distinta de la suya y de la mano de otros personajes. Que tenga derecho al olvido, que cada palabra y cada hoja lo aleje un poco más del mundanal ruido y lo acerque un poco más al silencio de su yo. Por eso lo teníamos muy claro y nos comprometimos en pisar el acelerador desde el minuto 1. Pero eso también nos diferencia del resto, utilizamos dos estilos narrativos diferentes, una historia contada en primera y en tercera persona, un análisis psicológico de los personajes, una manera de escribir, una manera de contar la historia, una manera de entender aspectos tan importantes como la vida, la muerte, como la soledad, como la ley, como la justicia... y todo enfocado a un lector que se deje llevar como un trozo de madera por el río del que hemos hablado antes. Pero todo eso también ayuda si tienes un antihéroe como el nuestro y un paisaje que como en las novelas de Comac McCarthy es un personaje más dentro del libro.

Estamos ante un serial killer ambientado en un pueblo del sur de Estados Unidos. ¿Habéis tenido en cuenta, consciente o inconscientemente, a algún escritor a la hora de plantear la trama de «Perdición: el asesino de la Polaroid»? Decirnos, ya de paso, algunos escritores de referencia para vosotros, tanto de género negro como de literatura de otro tipo.

DLH: De esto J.A. puede hablar largo y tendido, las referencias son muchas, por decir una, el sheriff Hurtado es un homenaje al sheriff de «No es país para viejos» y así muchísimas más. Ahora te hago una pregunta yo, ¿Dónde pone que es Estados Unidos? Aunque para tu tranquilidad te diré que sí, evidentemente.

JAB: Dani y yo somos unos amantes de la novela negra, por lo que sin duda se han colado la influencia de algunos autores. Nosotros amamos la novela negra clásica, y nuestro detective tiene algo de Marlowe, de Spade, de Archer, así como nuestro asesino tiene tics de personajes de Ellroy, Thompson, Harris... Me gusta la novela negra clásica y su forma de contarnos las historias por eso tengo que nombrar a Chandler, a Hammett, a MacDonald, a Cain, a Burnett, a Thompson... pero también a M. Connelly, a John Connolly, a Ian Rankin, a Mankell, a Winslow, a Ellroy, a Nesbo, a Kerr (me tengo que parar). Y de otros géneros, yo aprendí a escribir con Cormac MaCarthy, Dostoyevski, Hess, Kafka, Faulkner, Balzac, Dickens, Orwell... (me tengo que parar).

Como buenos conocedores del género, ¿qué opinión os merece actualmente el noir y cómo veis su desarrollo no solo en España, también en el mundo?

DLH: Hay de todo, bueno y malo, lo que no nos gusta es que hoy todo el mundo escribe, no hay un solo lector que no se anime y publique un libro, tienes millones de libros editados de manera independiente en decenas de plataformas, de estos, ¿cuántos son buenos?, ¿cuántos tienen un mínimo de calidad?, a la revista nos han llegado auténticos «fiascos» que te hacían preguntarte, ¿Cómo tienes el valor de enviarme esto sabiendo que somos unos «haters»? Al final hacemos como que no nos los hemos leído, no somos nadie para hacer sangre con la ilusión del que empieza.

JAB: Creo que hay grandes escritores como los que he nombrado anteriormente y con algunos más, que me he dejado en el tintero, que mantienen el nivel de la novela negra. Pero el problema se encuentra en que actualmente las políticas editoriales nos venden como novela negra productos que no lo son en absoluto y de una calidad media baja. Ese es el gran error. No todo vale. Llevo leyendo novela negra muchísimos años, cuando ésta era un subgénero denostado y de segunda clase. Tengo la suficiente experiencia como para saber diferenciar y para tener criterio. Por eso la mayoría de lo que nos venden como novela negra, ni se le parece, y en la mayoría de los casos ni se lo merecen. Es como la novela negra nórdica, hay grandes escritores, pero la mayoría que me han llegado son una auténtica basura. De la novela negra en nuestro país prefiero no opinar. Tengo amigos entre los escritores y no quiero hacer excepciones.

Hoy en día, y gracias a Internet, resulta más cómodo ambientar una novela en cualquier país y época histórica. No obstante, y para hacerlo profesionalmente, resulta muy trabajoso atar con corrección los cabos. En este sentido «Perdición: el asesino de la Polaroid» me ha parecido modélica.

¿Qué os llevó a elegir para este nuevo caso de David Ábaco un pueblo del sur estadounidense? ¿Ha igualado, o superado, el trabajo de documentarse al de la redacción propiamente dicha?

DLH: Los escenarios son reales, existen, encontramos el pueblo, la ciudad, el desierto, las montañas y el lago, y como en «Twin Peaks» al que haces referencia nos pareció la ambientación ideal para este tipo de historia. Tienes sol, lluvia, agua, arena, pueblo, ciudad, no te falta de nada en un lugar así. La verdad es que, comparado con la redacción, esta parte del trabajo se puede catalogar de lo más fácil de la obra en sí.

JAB: Como he dicho antes, queríamos que el paisaje fuera un personaje más de la novela, algo con carácter, con personalidad propia, algo que transmitiera al lector la sensación de vivir en un pueblo como aquel, de recorrer sus bosques, de sentir el calor del sol, la humedad de la lluvia. En el fondo, el paisaje es un reflejo de los personajes y tiene mucha importancia en nuestro libro. 

El pueblo donde se cometen los crímenes carece de nombre y tampoco se da, en ningún momento, fecha alguna. Reconozco que estas indeterminaciones sientan bien a «Perdición: el asesino de la Polaroid». Averiguar qué pueblo es lo dejé por imposible pronto, pero como lector que aspira a saberlo todo supuse que la trama se desarrolla a principios de la década de los 90. ¿Habré acertado? ¿Qué habéis pretendido ocultando esos datos espacio-temporales?

DLH: Esta es justo la clave que diferencia nuestra novela de la gran mayoría, aunque me consta que hay otros escritores quizás no tan conocidos que usan también este tipo de narración «anónima». Nuestro objetivo es que tú pongas los elementos de tu imaginario sobre la escena. Nosotros te damos dos o tres pinceladas al lugar, pero tú le pones fecha, decoración y vestimentas, buscamos esa complicidad de que parte de la obra sea también tuya, ayudándonos en tu cabeza a ambientar la propia novela.

JAB: No queríamos dar fechas, ni nombres, ni etiquetas. Queríamos que el lector se implicara en la historia, que nos ayudara a crear, a imaginar, a soñar con sitios distintos, con tiempos distintos, con lugares distintos. Escribimos para el lector y nos encanta que participe en la novela, nos encanta que se creen mundos paralelos al nuestro. Porque de una cosa estoy seguro, cuando terminamos el libro comprendí que éste ya no nos pertenecía, que ahora era parte del lector y que ya no sería nuestro nunca más. ¿Y sabes qué? Me encantó la idea.

Publicar en una editorial pequeña, «independiente» si lo preferís, por desgracia suele ser sinónimo de mala distribución y escasa visibilidad autoral. Por no salirnos del género negro, hay que recordar que los grandes grupos editoriales logran colocar –año tras año– auténtica basura entre lo más vendido. El lector español hoy –y en esto no se diferencia mucho del resto– aborregado hasta límites inconcebibles, carece de curiosidad a la hora de catar obras de autores insuperablemente mejores de a los que están acostumbrados por una mezcla de rutina y desidia… Ir a una librería para ellos es igual que bajar a su panadería a por la misma barra de pan. En España quedan lectores… pero de uno o dos escritores exclusivamente, de esos que, por supuesto, producen cada año un nuevo título para seguir subidos en la ola. ¿Y la calidad literaria? ¡Vamos, por favor, no sean ustedes rancios! ¿A quién diablos importa ya eso?

J.A. Beckett con tres novelas publicadas quizá tenga más experiencia en esto de ir de autor «independiente» por la vida, pero también me interesa lo que pueda contarnos Daniel L. Hawk como recién llegado a esta jungla en armas que es la distribución española. Por favor, contarnos vuestras tribulaciones, en concreto las que estéis pasando a un año de que «Perdición: el asesino de la Polaroid» viera la luz en Ediciones P.G. Y para terminar: ante esta situación de emergencia creada por el covid 19 con el masivo cierre de editoriales y librerías, ¿qué se os ocurre que podríamos hacer, entre todos, para intentar salvar el negro futuro del libro?

DLH: Muy de acuerdo con tu texto, encontrar una rendija, para que una obra como la nuestra, que nos consta que gusta, que tiene la calidad suficiente para codearse con muchas otras que están vendiendo gracias a la maquinaria que tienen detrás, es muy difícil. Se ha dicho de todo de nuestra novela, que si estuviera firmada por Stephen King ya estaría en el cine, que si recuerda a «True Detective», a «Twin Peaks» en varias ocasiones o a «El silencio de los corderos», muchas referencias al cine, porque ese era el objetivo, escribir con imágenes. Como salvaríamos el género, solo si se deja de manosear. Con el género se puede jugar, llevarlo en todas direcciones y mezclarlos con todos los estilos que quieras, pero hay un mínimo que se ha de cumplir, ha de ser negro en su máxima expresión. Una investigación y un cadáver no son suficientes para que te coloquen en una estantería de novela negra, se ha de pedir un poco más. La perversión de las editoriales se refleja en esa maniobra maldita con la intención de vender libros a costa del lector. Un lector engañado que compra una novela negra y se lleva un sucedáneo maquillado.

JAB: Estoy de acuerdo con Dani, Y Estamos muy agradecidos a nuestro editor Anxo Do Rego, pero sin duda, publicar en una pequeña editorial hace que tu obra tenga menos repercusión y menos luz. Todo cuesta un poco más. Todo es más lento y desesperante. Y lo que es más doloroso, te lee menos gente. Pero estamos moderadamente contentos y seguiremos luchando. Estamos convencidos que no tenemos nada que envidiar a muchas de las novelas de cabecera de algunas editoriales. Pero este mundo es muy difícil y competitivo, y cada año salen nuevos escritores y nuevas propuestas y muy pocas oportunidades para publicar decentemente. Pero nosotros creemos en lo que hacemos, y consideramos que PERDICIÓN es un buen libro. Por lo menos un libro para pasárselo bien y poder disfrutar de un buen rato de emoción, intriga, y de todas aquellas emociones que siempre despierta una buena lectura. Para salvar el negro futuro del libro hay que leer, que aparezcan de la nada nuevos lectores. Yo soy un usuario diario del tren. Los móviles han ocupado el lugar de los libros, tal es así que cuando veo a alguien con un libro tengo tendencia a pensar bien de él. Como yo siempre digo, leed, leed porque ya sabéis que estáis malditos. Quisiera felicitar a nuestro querido entrevistador por las reflexiones vertidas sobre los libros. Me han parecido certeras y adecuadas, tal es así que por un momento creía que lo estaba pensando yo. Muchas gracias por las preguntas nos has hecho reflexionar, y eso es siempre de agradecer.    

                                                        Daniel L. Hawk y J.A. Beckett




lunes, 1 de marzo de 2021

Los collares eléctricos, de José Ignacio Ceberio. Una novela de iniciación con unos personajes maduros

Almudena Natalías.


José Ignacio Ceberio acaba de publicar Los collares eléctricos (Editorial Txertoa). Tras escribir el libro de cuentos Zumo de ciprés  ha obtenido varios premios literarios, entre ellos, el I Certamen Internacional de Microrrelatos Grupo Prisa.

Jon Ormaza es un aburrido funcionario de la Diputación de Bizkaia. Han creado un programa cultural de intercambio, un “Erasmus” gracias al que tres jubilados viajan a Noruega a hacer un curso en la universidad. Como hace tiempo que los maduros estudiantes no se ponen en contacto con sus familias y al ver que el proyecto puede fracasar, la Diputación envía a Jon a Noruega a localizarlos. Dos de ellos aparecen medio sanos y salvos, pero Asunción Gondra no aparece. Siguiendo la pista de la intrépida Asun y, ayudado por una empleada de la universidad, viaja al archipiélago Svalbard, en pleno Círculo Polar Ártico, y Jon descubre la fría naturaleza del norte. Al volver a Algorta y al volver a su burbuja, Jon descubre que su experiencia en Noruega puede ayudarle a encontrarse a sí mismo.

José Ignacio Ceberio plantea en Los collares eléctricos cómo la rutina convierte a las personas en autómatas que aceptan la realidad sólo si no se hacen demasiadas preguntas y que las pocas preguntas que se hacen se suelen quedar sin respuesta.

Los tres jubilados que participan en el programa cultural encuentran en Noruega una vida nueva. Nada tienen que envidiar a los jóvenes que comparten aula con ellos. Salen de su vida y entran en un mundo en el que nunca anochece y en el que nadie les recuerda que tienen que ser serios y civilizados. Y Jon también.

Los collares eléctricos está narrado en primera persona. El lector descubre a la vez que Jon lo diferente que es el mundo en el que viven de un mundo en el que no te conoce nadie y donde se pueden conocer amigos que aún no te juzgan. El lector sonríe al conocer las peripecias del viaje y se enfada cuando Jon se enfada. 

Ceberio construye una historia que, escrita con una prosa poética y musical pero salpicada de ironía, envuelve a los personajes en un mundo ficticio con fantasmas, trajes tradicionales, auroras boreales y cenas familiares. Escenas que los personajes interpretan según su estado de ánimo y que les encierran en una dorada burbuja de felicidad que la realidad pincha de vez en cuando. Y vuelta a empezar.

Los collares eléctricos es una novela que se lee del tirón, es imposible dejar de leer las peripecias del moderno Lazarillo de Algorta. Al terminar te deja un regusto un poco amargo pero una gran sonrisa en la cara. Una novela de iniciación en la que los protagonistas no son adolescentes, son personas maduras que quieren cambiar de vida. No os la perdáis.

Autor: Ceberio Sáinz de Rozas
Editor: Txertoa
Colección: Narrativa 24
EAN: 978-8471486608
ISBN: 9788471486608
Encuadernación: Tapa blanda
Nº de páginas: 108 páginas