Hace unos días escuché que la primera frase de una novela debe de hacer que el lector sepa lo que le espera y quiera saber qué va a pasar. Esto lo sabía Javier Jené Gaspar cuando escribió El novelista. La primera frase resume perfectamente lo que nos vamos a encontrar
“Está lleno de imbéciles este puto mundo. Es la única verdad que mi mente nunca discute”
En una sola frase nos damos cuenta de que el protagonista nos va a contar una historia sobre alguien que tiene las cosas claras, al menos desde su punto de vista.
A Javier Jené Gaspar le conocemos en SalamandraNegra.com de su anterior novela El maldito orgullo de Leo Barcan con la que ganó el Certamen literario Nuevos Escritores 2017 y con la que nos describe la vida de un tipo que sale de la cárcel. En El novelista es el lector el que entra en la cárcel, entra en el cerebro de un novelista que pasa un fin de semana en Logroño para presentar su segunda novela, pero el cerebro de este novelista es el cerebro de un psicópata.
Después de tener magníficas críticas con su primera novela, nuestro protagonista publica su segunda obra. A pesar de que con su nueva novela no cosecha el mismo entusiasmo que mostraron los críticos con su anterior libro, viaja a Logroño para hacer dos presentaciones en una librería del centro de la ciudad. Allí se fija en una espectacular joven de ojos verdes que le obsesionará el resto de su viaje. Al encontrársela esa misma noche en un bar de la calle Laurel, no sospechará que este fortuito encuentro va a remover los peores instintos que el escritor esconde y que las consecuencias de mirar estos ojos verdes van a ser terribles.
El escritor es el protagonista de esta novela y nosotros vamos a conocer al resto de los personajes a través de sus enfermos ojos. La chica de ojos verdes, la gorda, la alta, el taxista viejo, los gemelos… Nadie en esta historia tiene nombre, para qué, son seres inferiores al escritor, son cosas. El escritor es el único que está vivo. Claro que el mundo está visto desde los ojos de un psicópata que ve desde un plano superior el movimiento del mundo y el de los seres que lo pueblan. Si a esto le sumas el alcohol y las drogas…
Me ha vuelto a gustar mucho este autor. A diferencia del protagonista de la novela, Javier Jené Gaspar ha escrito una novela redonda, en todos los sentidos. Su segunda obra es tan brillante como El maldito orgullo de Leon Gaspar, más brillante aún. El novelista consigue que el lector se retuerza en su sillón descubriendo cómo es la mente de un asesino sin escrúpulos. Y el final, el final es magnífico.
Así que dejaros de lecturas sin sal y sumergiros de cabeza en el ambiente agridulce que se respira por las calles que recorre El novelista y si algo sale mal… siempre se puede culpar al vino