jueves, 7 de mayo de 2020

Escapismo, de Marc Moreno. Un intenso texto sobre las relaciones paterno filiales de hoy en día

Manu López Marañón 

Marc Moreno (Barcelona, 1977) es autor de media docena de novelas (varias publicadas en Los libros del delito –editorial que él dirige–), entre las que destaca la penúltima, «Tiempo de ratas» (Editorial Milenio, 2017), con la que merecidamente ganó el VII premio Crímenes de Tinta que concede RBA. A sus actividades editora y escritora Marc Moreno une la labor periodística (sus artículos pueden leerse en La Vanguardia y en la revista Lonely Planet) y ser comisario del festival de literatura y cine negro Vilassar de Noir.

«Escapismo», su séptima novela, a la que puede considerarse un spin off de «Tiempo de ratas» no sólo por insistir en el que parece ser un tema fundamental para su autor (la necesidad de conseguir dinero, como sea, para sacar adelante adicciones y deseos imposibles), también por compartir algún personaje como nexo entre ambas. «Escapismo» viene a engordar satisfactoriamente la nómina de esta llamada «novela de barrio», «de quinquis» o «kinki thriller» (tres formas para referirnos a lo mismo) que se hace hoy en España, una rama del noir que revitaliza el tronco común del género negro, del que proceden otras ramas sin tanto vigor.

A la hora de citar autores (aparte de Marc Moreno) elijo tres que convierten a sus respectivos barrios en territorios idóneos para el ya casi olvidado arte de novelar. En el País Vasco Jon Arretxe con su saga protagonizada por el adivinador burkinés Touré radiografía con inspiradísima mano al complicado pero colorista barrio bilbaíno de San Francisco. Arretxe lo ha abandonado recientemente para viajar por vez primera a su pueblo natal, Basauri, un municipio industrial con mucha población emigrante; en «La banda de Arruti» (Erein, 2018) un grupo de delincuentes de segunda planea el atraco a una joyería, robo este con toda la pinta de acarrear serias rémoras. Igualmente insuperable resulta el madrileño Paco Gómez Escribano cuando retrata –a través de diversas décadas– episodios vivos y escalofriantes acontecidos en Canillejas, su barrio. Gómez Escribano explota con grandísimos recursos y aciertos a esa fauna suya tan peculiar –y hasta cierto punto entrañable–; así, en su última novela «Prohibido fijar cárteles» (Editorial Milenio, 2019), cargados de deudas con un peligroso cártel rumano de la droga pero llenos de «orgullo de barrio» unos desquiciados personajes se las arreglarán para salir de su pesadilla. La tercera autora es catalana, la gran Rosa Ribas, quien en «Un asunto demasiado familiar» (Tusquets, 2019) a una original trama detectivesca añade una impagable subtrama de suburbio a cuenta del pasado chabolero y delincuente del protagonista, su ya mítico Mateo Hernández.

Con Jon Arretxe, Paco Gómez Escribano y ahora Rosa Ribas aportando joyas como las citadas ya sólo hace falta que los acérrimos lectores del noir más canónico se animen a dar un heterodoxo paso para catar este otro tipo de literatura más negra aún –negrísima– que la generada por la tan demandada investigación criminal.

     
                                             Novelas de Arretxe, Gómez Escribano y Ribas.

El otro gran autor catalán de novela de barrio es Marc Moreno, quien en «Escapismo», al igual que hizo con «Tiempo de ratas», recurre a La Verneda para echar a rodar sobre esas aceras su barriobajero elenco. Arrabal barcelonés creado durante la década de los 50, La Verneda es fruto de la gran demanda de vivienda generada por una masiva llegada de inmigrantes desde otras regiones españolas. La carencia de equipamientos y servicios va siendo atenuada por las efectivas reivindicaciones de las asociaciones vecinales. El polígono de viviendas La Paz, inaugurado en 1966, da perfil a este distrito delimitado por la rambla de Prim y la rambla de Guipúzcoa, avenidas donde tienen lugar importantes sucesos de «Escapismo».

 
                                                             Vivir y morir en La Verneda.

Novela muy rápida, condensada en tres días (los que pasa Luisa, la madre de Aitor, víctima de un accidente laboral provocado por su empleadora, en las Urgencias del Hospital del Mar) y con el multitudinario atropello que tuvo lugar en las Ramblas, el 17 de agosto de 2017, como eje narrativo, «Escapismo» disecciona sin piedad a una familia desestructurada, la del protagonista Aitor Martí. 

Así, el padre es un adicto a la cocaína que desapareció hace 15 años; la madre una ex alcohólica obligada hoy a fregar escaleras para sacar adelante a su casa e hijo menor; el mayor, Conejo (sus enormes dientes le caen sobre el labio inferior, de ahí el apodo) se ha convertido en un tipo peligroso, de armas tomar, que vive de cobrar deudas ajenas y que no suele aparecer por el piso de su madre más que para llevarse mobiliario o incluso la televisión…

Aitor es un chaval sano y sin vicios, un pequeño camello de barrio que ayuda a su amigo Charly con trapicheos de marihuana y cocaína. Narrador de «Tiempo de ratas» este mismo Charly, junto a Eloy y el Mentiendes, se hacían con una mochila de 8 kg de farlopa que los llevaba a la perdición.

Ahora Charly, que de milagro salió vivo de aquella brutal venganza con la que terminaba «Tiempo de ratas», es otro personaje más en una historia contada en tercera persona (a diferencia de la anterior novela que lo estaba desde la primera) y que incorpora acertados insertos de la segunda persona para que Marc Moreno ajuste cuentas con su protagonista: «¿Pero tú de quién te has preocupado, Aitor? Si llevas toda la vida como si nada tuviera importancia…» o, incluso, para manifestar serias dudas frente a su capacidad para salir adelante: «Un inútil inadaptado como tú, sin habilidades sociales y al margen del mundo, ¿cómo se espabilaría sin la ayuda de la mama o del Charly?». También es usada esta segunda persona para autoinculpaciones del propio Aitor, funcionando como un sui generis monólogo interior: «La vida va sobre ruedas. Pero tú circulas marcha atrás. Y con el freno de mano puesto.» 

Y es que para mostrar la infinita infelicidad que destroza la vida cotidiana de Aitor Martí, Marc Moreno despliega a fondo sus recursos de escritor.

«Aitor sueña con volver a su estado natural de pasividad neutra que detiene el tiempo sin ninguna preocupación, ni por el dinero ni por nada que le rodea.»

Harto de las violentas apariciones de su hermano y de sus palizas, de no tener nunca un euro en el bolsillo, y aprovechando el desbarajuste policial causado por el atentado de las Ramblas, idea Aitor con urgencia un plan similar para cargarse al Conejo llevándoselo por delante usando una furgoneta que conducirá hasta su objetivo Fofo (un colega suyo de la calle con el cerebro frito por la droga y que se cree un negro a lo Dr. Dre). Desaparecido el hermano, Aitor se convertirá en víctima del terrorismo y cobrará la paga adjudicada por el Estado a los familiares de esos fallecidos. Si al final Aitor convence para el atropello al Fofo (y a su compinche el Moha), es, sobre todo, porque acaba prometiéndoles muchos gramos de cocaína si la operación se ejecuta con éxito.

«El único vínculo que Aitor tiene con ese psicópata es que ambos salieron de la misma vagina, pero Conejo jamás ha ejercido como hermano mayor ni Aitor ha albergado ninguna esperanza de que esto pasara.»

La agonía, la posible muerte de Luisa, madre de Aitor, en ese Hospital de la Barceloneta y las siempre aplazadas visitas de su hijo menor, inmerso en otros trajines, resultan un late motiv que pauta el desarrollo de la novela. Este mismo Aitor es padre de una niña –Alba– a la que ni quiere ver. Cuando supo que su novia Sofía estaba embarazada y tras no conseguir que abortara, se desentendió de ella y de lo que iba a nacer.

Con Alba Aitor repite ese mismo trato inexistente, ausente, que recibió de sus progenitores, a los que tanto reprocha y culpa de su infelicidad. Porque «Escapismo» acaba resultando, por encima de otros asuntos, un intenso texto sobre las relaciones paterno filiales de hoy en día.

Que cualquier relación (incluyendo las dadas entre hermanos) esté llevada aquí a un extremo de negatividad facilita destapar las intimidades de un grupo familiar desestructurado por unas adicciones –la droga y el alcohol– que no son exclusivas del suburbio. La dureza de ciertas situaciones, el lenguaje desabrido y violento, no son motivo para que el lector acomodado se tranquilice pensando que semejantes cosas solo se dan en los barrios, que en otros ambientes más selectos jamás encontrará dramas similares a los reflejados en esta gran novela que es «Escapismo». Pensar eso sería un grave error.

Editorial: GRUPO TIERRA TRIVIUM
Idioma: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788412099829

 ENTREVISTA CON MARC MORENO:

Jon Arretxe, Paco Gómez Escribano y Rosa Ribas aparecen en mi reseña a modo de ejemplo de escritores que beben del barrio y su realidad como fuente de inspiración para sus novelas. ¿Te sientes parte de un grupo literario con características propias?

Sí y no. Por un lado es un privilegio que me metas en un grupo con estos tres autores a los que respeto tanto, y que unos más que otros es evidente que sí que hacemos cosas que van en la misma línea. En ese sentido sí que creo que hay una línea común en muchas de nuestras novelas, pero también es verdad que creo que somos autores que buscamos nuestra voz personal y un enfoque único. Yo al menos lo hago, y por lo que he leído de ellos, sospecho que ellos también, porque se salen del patrón habitual del noir español. En ese sentido creo que es difícil hablar de grupo con características comunes, porque pese a los puntos de conexión que saltan a la vista, la aspiración de hacer algo único está ahí, y es un elemento importante que nos diferencia.

Al lado de los autores que investigan crímenes, numerosísimo grupo que no para de crecer, vosotros los «suburbanos» aún sois minoría y da la sensación que vais por libre, haciendo la guerra por vuestra cuenta con lo que eso tiene de perjudicial a la hora de daros a conocer. En cambio los «criminalistas» se juntan en cuanto pueden durante incontables festivales y congresos de novela negra copando las mesas, recibiendo todos los premios; se invitan unos a otros, mantienen un estrecho contacto en las redes sociales y logran captar la atención de los medios (en prensa, revistas y hasta la televisión). La verdad es que no carecen de mérito, hay mucho trabajo ahí, y si han conseguido ser un grupo que potencia las ventas de sus productos no es por casualidad: nadie les ha regalado nada. ¿Qué se te ocurre que podríais hacer para difundir vuestras novelas escritores que, siendo tan negros –más aún, negrísimos– como los otros no os dio por crear policías o detectives? 

No creo que sea un problema de gremialismo ni de hacer grupo, los autores de nuestro rollo nos leemos entre nosotros y también nos recomendamos, disfruto con los autores del país que hacen cosas parecidas a lo que hago yo. Creo que el problema es de falta de lectores que busquen este tipo de literatura más dura, menos amable, que te golpea con más fuerza que la novela procedimental, o ya no digamos que la novela rosa con muerto e investigación. A mí me encanta la novela policiaca, igual que a la mayoría de lectores, pero yo escribo novela negra pese a ser consciente que el público potencial es mucho menor.

Siendo, para mí, vuestra literatura la rama más vigorosa y atractiva del noir ibérico, su gran esperanza, cuesta comprobar que quizá no os estéis esforzando mucho en una promoción conjunta. ¿A qué esperáis los autores «suburbanos» para estrechar lazos y dar a conocer vuestras obras fuera del círculo habitual? 

Más que estrechar lazos lo que hace falta es que una novela de bajos fondos haga el ruido suficiente para que arrastre al resto a tener un poco más de visibilidad, y genere interés en el lector. Supongo que necesitamos que aparezca un nuevo profeta con una novela revolucionaria bajo el brazo y que le haga estallar la cabeza a todos los lectores para que ponga el foco en el resto de autores que hacemos novela negra más allá de lo policial.

¿Crees concebible un festival de novela quinqui en este país?

No lo veo factible a corto plazo porque ni hay lectores suficientes ni demasiados autores que apuesten de manera clara por este tipo de historias.

¿Ves preparado al lector para dar el salto y descansar un poco de novela policíaca e interesarse por lo qué ocurre en los barrios de su ciudad?

No hay que elegir entre papá o mamá. La grandeza del género negro es que es muy amplio, de una enorme riqueza y diversidad, y que permite afrontar historias desde diferentes puntos de vista sin perder la negritud. El enfoque es la clave de cada subgénero, y lo que ofrece es distinto, desde luego, porque cada novela tiene un tipo de lector diferente. La cuestión sería llegar a un punto de equilibrio en la que hubiera tantos lectores de policial como de negra, y poder leer lo mejor de cada rama.

En «Escapismo», aun estando presentes temas muy de novela de barrio (como esa necesidad acuciante de encontrar dinero), tras su febril lectura acaba primando el recuerdo de esa brutal disección familiar que haces. Los motivos de tu protagonista a la hora de sentirse un sujeto infeliz y abandonado por todo el mundo quedan muy bien desarrollados. ¿Consideras que en La Verneda los problemas que puede generar una familia desestructurada en los hijos son de mayor calado que, por ejemplo, los que puedan darse en una familia de ese tipo del Eixample?

Los desajustes personales que una familia desestructurada provoca en los hijos son iguales en todas partes, porque los sentimientos no son diferentes en un barrio u otro. Sin embargo, el entorno influye porque ayuda o complica la problemática. Si la realidad que han mamado estos chicos desde niños es una sociedad violenta, degradada y sin empatía, gestionar la falta de esa red familiar que te mantiene vivo no es fácil, porque si no te ayudan los tuyos difícilmente lo hará el resto. En una realidad más amable, que no machaca a los chavales, es probable que encuentren fuera esos apoyos que no hay en casa.

Aitor Martí, el protagonista, que con razón no para de quejarse durante toda la novela del desdén recibido por parte de sus padres (un drogadicto y una alcohólica), sin embargo repite esa misma pauta de actuación con su hija Alba, una hija no deseada que no recibe de su padre la menor atención. ¿Te parece que es una postura consciente por parte de Aitor esa de ignorar a su hija o, por el contrario, habría que buscar en el inconsciente sus motivaciones?

Aitor es hijo de sus circunstancias. Y de lo que ha vivido como algo normal durante toda su vida. Él es consciente que sus padres no lo han hecho bien porque le han generado un sentimiento que no es bueno, y que siente que le ha condicionado en su vida, pero cuando él tiene que hacer de padre acaba copiando malas conductas que él ha visto hacer. Y lo hace con naturalidad y sin pensar que lo hace mal, porque para él es lo que hay, es lo normal. Hasta que pone en marcha ese pequeño cerebro que tiene desentrenado y empieza a darle al coco, que es el gran problema de este tipo de chicos, que no piensan mucho, y cuando lo hacen, como no están acostumbrados a utilizar el cerebro, suelen meter la pata y se equivocan.

Respecto a «Tiempo de ratas», tu anterior novela contada en primera persona, en «Escapismo» optas por el narrador omnisciente añadiéndole unas muy ajustadas y brillantes apariciones de la segunda persona. ¿Qué te mueve principalmente a elegir la persona en que va a ser narrada tu obra? 

Lo que quiero contar y cómo lo quiero contar para pasármelo bien escribiendo y que el lector también lo haga al leerlo. En «Tiempo de ratas» tenía muy claro lo que quería explicar, pero me costó encontrar el tono narrativo. Estuve cuatro años cambiando cosas hasta que encontré la voz en primera persona pero de un personaje secundario, que creo que al final funciona muy bien. Y en «Escapismo» me pasó todo lo contrario, que rápidamente encontré el tono y sabía cómo quería escribir: con un narrador activo que se mete con los personajes, que les habla, y que interpela al lector, que hace un juego diferente para que el lector sea consciente que la historia que está leyendo lo va a mantener despierto.

¿Lo tienes claro desde el principio o, por el contrario, brota de manera espontánea?

Invierto mucho tiempo en la pre y post escritura, así que cuando me pongo a escribir lo tengo todo muy pensado y estudiado porque le he dado mil vueltas y sé qué voy a escribir y cómo lo voy a hacer. Soy periodista y estoy acostumbrado a escribir rápido, así que el proceso de redactar la novela normalmente suele ser muy corto, pero luego me pego muchos meses rescribiendo, igual que antes de ponerme, que también me paso muchas semanas dándole vueltas a las piezas y haciendo mi tetris particular.

El final de «Escapismo» no es menos violento que el de «Tiempo de ratas». A diferencia de otros autores en los que muere hasta el apuntador en sus desenlaces (estoy pensando en Paco Gómez Escribano), tú te las arreglas para que quede algún superviviente. En el caso de «Tiempo de ratas» el que no moría era el narrador, Charly, el mismo que tiene un papel importante en «Escapismo». ¿Reservas algo para el superviviente de «Escapismo» en tu próxima novela?

Mi idea literaria es crear un universo propio, y eso supone que en todas las novelas hay pequeños elementos comunes, guiños, o conexiones que si has leído todos los libros te harán gracia, pero que si no las detectas no impide en absoluto entender cada novela, porque simplemente son juegos que hago con el lector. No voy a ser tan presuntuoso de decir que lo tengo todo pensado hasta el día que me muera, las novelas que voy a escribir y qué personajes van a salir, pero me encanta jugar a crear algo que vaya más allá de cada novela individual. Un mundo literario que crece novela a novela.

¿Cuáles son tus escritores de cabecera?

Dennis Lehane y Don Winslow, que curiosamente son dos escritores que no están demasiado bien vistos entre los autores de aquí, y Edward Bunker. Y de los españoles Carlos Zanón. Como se suele hacer en estos casos podría mencionar a los clásicos, de los que he tratado de leer al menos una novela de los principales autores americanos de la primera mitad del siglo XX, pero para mí un escritor de cabecera es ese autor del que te lo has leído todo o casi todo, y que cuando saca novedad vas como un loco a la librería. Y de esos solo tengo estos pocos.

¿Dentro del género negro por quién te consideras más influido?

Por muchos autores, soy un escritor muy abierto a las influencias y, cuando algo me llama la atención, intento incorporarlo a mi repertorio. Creo que tengo un estilo muy personal, pero este estilo no ha surgido de la nada, he ido adaptando a mi manera de escribir todo lo que me gusta de otros autores. Siempre leo con ojos de escritor y con voluntad de aprender. Recuerdo como si fuera ayer el día que leí «El poder del perro» y el estilo picado y cortante de Winslow. O cuando descubrí la negritud poética de Zanón.

¿Podrías descubrirnos algún autor que te guste y que no sea aún demasiado conocido?

Jordi Dausà y Diego Ameixeiras. Para mi gusto, Jordi es el mejor escritor de novela negra en catalán (tiene traducida al castellano la novela «Lemmings», que ganó el premio a la mejor novela en el festival Lloret Negre y que recomiendo a todo el mundo) y lo mejor de todo es que él no es consciente de ser un escritor de novela negra. Y Diego es un autor gallego del que he leído cuatro novelas suyas traducidas al castellano (creo que tiene alguna más en castellano), y que tiene un manejo narrativo espectacular, capaz de crear una gran tensión con muy poco, y unos personajes riquísimos.

¿Te planteas cambiar de registro literario y probar otras temáticas alejadas de la marginalidad?

Sí, desde luego, pero la cabra tira al monte y hay ciertos elementos que me atraen especialmente, y como escribo para pasarlo bien, al final acabo metiendo cositas del barrio, de bajos fondos y acabo convirtiendo cualquier historia en una crook story.

¿Puedes contar para Salamandra Negra en qué estás ocupado ahora?

Estoy con el guion de «Tiempo de ratas», que si todo sale como espero que salga, se convertirá en una película. Y acabando una novela de título «Después de la vergüenza», que es un pelín más thriller y no tan quinqui como las anteriores, pero que conserva muchos de los elementos habituales en mis novelas.
                                                                                 Marc Moreno

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