En esta segunda entrega de la saga del carismático Eladio Monroy, nos encontramos con un personaje menos agrio que el protagonista de Tres funerales para Eladio Monroy, reseñada anteriormente en el blog, pero igual de impertinente e igual de cínico. Un hombre culto, arisco, maleducado y que defiende a los suyos con uñas y dientes.
En Solo los muertos, los dos gorilas que perseguían a Eladio en la anterior novela le encargan la aparentemente fácil misión de encontrar a un directivo que se ha escondido en Gran Canaria. Para evitar que revele todos los secretos que guardaba de la multinacional para la que trabajaba, Eladio debe buscarlo y descubrir sus pretensiones. Como no podía ser de otra manera encuentra a Héctor, que así se llama el desaparecido, descubre la causa de su huida y casi por casualidad se hacen amigos. Ambos comparten gustos literarios algo que hoy en día, dada la escasez de personal con el que hablar de literatura, une mucho y, claro, las decisiones que toma nuestro héroe siempre traen oscuras y violentas consecuencias.
Alexis Ravelo recupera algunos de los personajes de la anterior novela de Eladio Monroy. La relación con Gloria se ha hecho más fuerte, puede que sin que ninguno de los dos se haya dado cuenta. Los parroquianos del bar Casablanca siguen en el mismo sitio de la barra donde los dejamos, en fin, poco ha cambiado. Y Las Palmas sigue siendo una ciudad que se convierte en otro protagonista más de la historia, protagonista que muchas veces parece el propio Eladio hecho ciudad.
Solo los muertos es la historia de unos personajes que podríamos encontrarnos en cualquier calle, seres casi reales, cuyas historias, como nos pasa a todos, a veces les vienen grande. Unos perdedores que conocen el honor y la lealtad, aunque a veces alquilen sus principios.
“Al final, la posibilidad de ganar mil euros en diez días pudo más que sus deseos de tranquilidad”
También Ravelo aprovecha siempre los trabajos de Eladio para plantear una crítica social. En este caso serán las farmacéuticas las que harán que el lector se plantee dónde está la línea que separa el bien del mal.
El ritmo de la prosa es el ritmo canario: lento, condensado y efectivo, pero esta cadencia no impide que, de repente, la trama se acelere y se llene del ruido de los puñetazos y de los disparos que Eladio da y recibe.
Pues ahora a leer todos Solo los muertos. Si es la primera vez que os vais a encontrar con este ex marino, os aseguro que vais a acabar buscando los demás libros de la saga. Ya me lo diréis.