viernes, 1 de junio de 2018

Justo, de Carlos Bassas del Rey. Tiros, navajazos y café con copa


El año en el que los pensionistas han tomado las calles y han obligado al gobierno a escucharlos, Carlos Bassas del Rey publica Justo, ¿o los pensionistas han salido después de Justo?

Justo Ledesma narra en primera persona su pasado y su presente, sus misiones pasadas y presentes.

Su madre, judía holandesa, le contó que Dios elije en cada generación a treinta y seis Justos, los tzadik, hombres que mantienen el equilibrio entre el Bien y el Mal, Ledesma es uno de ellos. Ahora Justo tiene más de setenta años, ahora está en la última etapa de su vida, el tiempo se acaba pero Justo va a seguir cumpliendo su misión vengándose de los hombres que rompieron el equilibrio en su pasado.

Paseando por las calles del Born, ahora convertidas en un barrio lleno de turistas en el que las franquicias han ocupado el lugar de los bares y las tiendas de siempre, Justo deambula planeando el futuro, recordando el pasado y despreciando a la Barcelona en la que se ha convertido la ciudad en la que vivió. Sólo tiene dos amigos, Damián y Julián, y una amiga, Remedios, que le ayuda a mitigar la soledad con los lunares de su espalda. Ellos y sus muertos, con los que habla, porque a ellos sí les interesa lo que cuenta, no hace falta más, Justo es el eje alrededor del que gira esta historia. Él es un hombre con la misión que Dios, o su madre, le encomendó, es un ser invisible al que no teme nadie, al que no ve nadie y que ya no tiene nada que perder.

Esta no es una historia trepidante, Justo se toma su tiempo, no tiene prisa, pero como él mismo dice “Matar no es una cuestión de rapidez, es una cuestión de calma”. 

Con frases cortas, con los verbos adecuados, sin adjetivos redundantes y con flashbacks en los que nos explica el origen de esta historia, sus incisos, Justo Ledesma nos empuja a su pasado.

Justo es una novela en la que se rinde un homenaje a la Barcelona que ya no existe porque los turistas la han invadido, es un homenaje a todos los desheredados que aún tienen cuentas que saldar, es un homenaje a lo pequeño, a lo vivo, a lo real…

Pero Carlos Bassas del Rey, en esta historia, no habla sólo de recuerdos y de buenas intenciones. Habla de las veces en las que hay que golpear para ganar, de las veces en las que hay que ser fuerte y no dejarse llevar por la compasión, tiros, navajazos y café con copa.

En esta generación quizás necesitemos más de treinta y seis hombres justos.







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