viernes, 27 de abril de 2018

Primavera Cruel de Luis Roso. Una primavera trepidante en blanco y negro


“Han intentado asesinar al Caudillo”                                       


Así plantean al inspector Ernesto Trevejo su nuevo caso.

Luis Roso vuelve a los años 50 con Primavera cruel. En esta investigación el inspector Trevejo es el encargado de investigar la muerte de un joven comunista que, suponen, ha intentado asesinar a Franco y cuyo cuerpo aparece en los montes del Pardo. A partir de ahí, la historia se enreda y un crimen que, a simple vista  no requiere demasiada atención (a quién le importa un rojo más o menos) se convierte en una trepidante historia en la que las víctimas se multiplican.

En esta ocasión el inspector tiene que salir de Madrid (inolvidable el viaje en tren) para investigar las alcantarillas de la sociedad y el mundo clandestino del partido comunista.

La novela está perfectamente ambientada. El autor refleja cómo el aparato de la dictadura se defiende de los elementos contrarios a él. Las torturas policiales son aceptadas por todos, incluso por los torturados. También se describen los vaivenes sin sentido del partido comunista. Uno de ellos explica cómo los  dirigentes del partido se pierden en discusiones teóricas fuera de España mientras esperan tranquilamente la muerte de Franco. España está poblada por una sociedad que sólo aspira a la poca estabilidad que el franquismo da, haciendo caso omiso de las injusticias que esa misma estabilidad provoca. El inspector Trevejo también. Él forma parte del Régimen y no se plantea nada más allá. Quizás a veces le asaltan las dudas, pero como casi todos, acepta la situación como es y mira para otro lado. En los años 50 ya hay una generación de jóvenes que nacieron después de la guerra y que no se conforman con tan poco. Los hijos de los vencedores, algunos, se rebelan contra el sistema establecido. Este es el ambiente en el que transcurre Primavera cruel. Al desarrollar la investigación tanto en el medio rural como en el urbano la imagen de aquella España queda fielmente retratada. Las dos Españas siguen presentes aunque una de ellas casi dormida.

La saga del inspector Trevejo, que comenzó hace dos años con Aguacero, tiene el mismo ambiente en blanco y negro que las sagas de Mascarell y de Hilario Soler de Jordi Sierra i Fabra. Los protagonistas sólo tienen en común su origen humilde, pero todos ellos viven en una España en la que la policía representa al régimen y a su represión y que, sin embargo, son verdugos y víctimas, ya que ellos tampoco escapaban del férreo control del Estado.

La narración es muy rápida. Está narrado en primera persona y los abundantes diálogos le dan a la trama una agilidad tremenda. Los personajes, así, se definen por medio de las apreciaciones de Trevejo y por medio de las conversaciones que tienen entre ellos. También la acción es muy rápida. La investigación tratada en Primavera cruel  ocurre en pocos días y los cuerpos se multiplican por momentos.

Con  Aguacero (2016) y con Primavera cruel, Luis Roso se consagra como un joven referente de la novela negra española al que no habrá que perder de vista.

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