viernes, 23 de marzo de 2018

La paradoja del bibliotecario ciego de David Zaplana y Ana Ballabriga. Cuando el peligro está en nuestras casas






El 27 de marzo se publica la La paradoja del bibliotecario ciego, novela escrita a cuatro manos por David Zaplana y Ana Ballabriga y os advierto de que es una novela que obliga a pensar.

David Zaplana (Cartagena, 1975) y Ana Ballabriga (Candasnos, Huesca, 1977) ganaron en 2016 el Concurso Literario de Autores Independientes en Español de Amazon con Ningún escocés verdadero.  Antes habían publicado Morbo Gótico (2010) y Tras el Sol de Cartagena (2007) entre otras obras.

En La paradoja del bibliotecario ciego se describe la historia de dos familias marcadas por un pasado oscuro y lleno de secretos. Cuando Camilo descubre una pequeña llave dentro de la pistola de su padre, no duda en investigar los secretos que esta llave encierra, sin saber que con esta investigación se adentrará en un laberinto de sentimientos que hará temblar su propia seguridad. También para Remedios, su apocada hermana, este misterio se convertirá momentáneamente en un soplo de aire fresco en su agobiante vida, pero pronto es apartada y empujada de nuevo a su vida gris.

Todas las tramas que se desarrollan en esta novela coral están marcadas por una violencia atroz. Hay maltrato dentro de la pareja, maltrato de padres a hijos, de hijos a padres, bullying, racismo, misoginia, maltrato a los animales… Es como si toda la maldad de la sociedad estuviera concentrada en esta familia, como si ellos fueran el paradigma de la violencia y Camilo es la cabeza más visible de todo este horror. Desde niño Camilo es protegido por su madre que le orienta al elegir la carrera que debe estudiar y que incluso le busca trabajo en un periódico. Aburrido de su vida empieza a escribir novelas y se convierte en un escritor de gran éxito pero poca calidad. Al sentirse manipulado por su madre, comienza a sentir por todas las mujeres sensación de absoluto desprecio. Se casa con Beatriz, mujer bella y triunfadora, que se convierte en el desahogo de su frustración, sin dejar de buscar a otras mujeres a las que ni valora ni ama.

“Fue en ese momento cuando vio con claridad meridiana la manipulación a la que había sido sometido durante años (…) Al tomar conciencia de ello se desató en su interior un odio feroz, focalizado en primer lugar en su madre para luego extenderse por analogía al resto de las mujeres”

En La paradoja del bibliotecario ciego se cumple la máxima de que la violencia engendra violencia. Los personajes que son maltratados buscan alguien más débil a los que maltratar, creando así una infinita cadena de violencia que alcanza a todos y a cada uno de los personajes. Todos ellos son víctima y verdugo. Las casas de los protagonistas se convierten en cárceles de las que no se puede escapar.

“Pues no sé, estoy pensando sobre la marcha, pero creo que vivimos acojonados por lo que nos puedan hacer por la calle cuando muchas veces el peligro más real está en nuestra propia casa.”

La paradoja del bibliotecario ciego es por tanto una historia que nos hace pensar que el peligro no siempre se encuentra lejos de nosotros. Dentro de la tranquilidad de nuestros hogares puede esconderse un riesgo aún peor, pero también fuera.  Esto se refleja muy bien cuando después de vivir un terrible episodio en casa de Remedios cenan con el ruido de la televisión de fondo.

“Cenaron todos juntos, en silencio, con la televisión de fondo, bombardeando con noticias de revueltas en los países árabes y la amenaza radioactiva de Japón. Después, para suavizar el panorama de actualidad, continuaron con el robo de varias joyerías, el asesinato de un empresario en su propia casa y la salida de la cárcel de un violador.”

El único personaje que parece escapar de esta violencia es Félix, el suegro de Remedios que intenta enseñar a su nieto a encauzar su rabia jugando al ajedrez y leyendo a Borges. Pero él también guarda un secreto…

Los cuentos y poemas de Borges parecen ser el bálsamo, el único medio de romper la espiral de violencia que hay en la familia y a él debe el título esta novela. Borges empezó su carrera laboral como bibliotecario. En 1955, fue nombrado director de Biblioteca Nacional de Argentina. Ese mismo año de se aceleró la ceguera congénita que sufría. Años más tarde diría que poco a poco fue comprendiendo esa extraña paradoja: “Yo siempre me había imaginado el Paraíso bajo una especie de una biblioteca”. Y allí estaba, en el centro de casi un millón de volúmenes en diversos idiomas cuando apenas podía ver las carátulas y los lomos. Camilo colecciona ejemplares del Nombre de la Rosa, su libro de cabecera. Cuando su suegro le dice que el protagonista de esa obra debe su nombre a la admiración que Umberto Eco tenía por Borges no puede dejar de ver que una vez más todo está conectado, que el origen de situaciones y comportamientos a veces se deben a causas que desconocemos pero que están a la vista, aunque nosotros estemos ciegos. La idea de la biblioteca como laberinto, presente en Borges y en Eco, existe también en La paradoja del bibliotecario ciego, en un laberinto oscuro, Camilo volverá a ver.


Sin embargo, en esta novela hay esperanza. Cuando seamos conscientes de que nuestra propia frustración puede generar un espiral terrible de violencia podremos romper esta cadena que nos amenaza a todos.

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