
El Cuqui y el Tente dieron un atraco por encargo que terminó peor de lo que esperaban. Dos de sus amigos murieron, el Tente perdió una pierna y el Cuqui pasó varios años en coma al recibir una bala en la cabeza. Cuando, después de pasar otros cuantos años en Alcalá-Meco, regresa al barrio, el Cuqui encuentra un presente que no reconoce, ni siquiera se puede fumar en los garitos… Si a eso le sumamos que padece amnesia y que su pasado se reduce a imágenes inconexas que recupera a base de golpes en la cabeza, nos preparamos para lo peor. Ya no conoce a nadie y a los que conoce, no los recuerda. Casi todos sus amigos han muerto, ahora sólo cuenta con el Mochuelo y con el Elena que, sin saber muy bien por qué, le ayudan a integrarse en el barrio. Cometiendo pequeños delitos va tirando. Se reencuentra con la Reme Schiffer, enamorada de él desde que la ayudó cuando era niña, e inician una relación sentimental un tanto especial. No es amor, ya se sabe que los psicópatas no pueden amar a nadie, pero para ella es suficiente lo que el Cuqui le da. Cuando reaparece el Tente y le plantea su plan de venganza, la vida de los cinco se precipitará al desastre.
Paco Gómez Escribano vuelve a situar su narración en el barrio de Canillejas, vuelve con otra novela presentada desde el punto de vista de un delincuente de poca monta, vuelve a contar una historia de barrio, pero en Cuando gritan los muertos es todo nuevo.
El Mochuelo es el que nos cuenta en primera persona cómo es el presente del barrio, sin olvidar su
pasado. Es un chico que sobrevive haciendo recados para “Telefarla” y que escucha los gritos de los muertos que deambulan por las calles. La voz del narrador es limpia y directa, mantiene el lenguaje de la gente que puebla la novela, lo que convierte la historia en una estupenda fotografía de los reductos de la movida. Los personajes son delincuentes, sin embargo, el lector no puede evitar que le caigan bien. Son nobles, más nobles que la policía que no produce ninguna seguridad y que se aprovecha de la gente como ellos.

Esta es pues la historia de una particular venganza en la que, al final ganan los buenos que son los malos, o no, vuelven a ganar los malos, ¿o los malos son los buenos? ¿o no gana nadie?, yo qué sé… Me voy a tomar un botijo con los colegas. No somos na…
Gracias, Almudena. Un beso.
ResponderEliminarA ti siempre!
EliminarLeo la reseña de Almudena y toda la novela me vuelve a la cabeza. Y es de las que ganan con el tiempo y en el recuerdo.
ResponderEliminarNo somos na, pero Paco es grande.
Un beso.
Si que es grande... Un beso, Rosa
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