viernes, 2 de febrero de 2018

Mi negro pasado de Laura Esquivel. El círculo se cierra

Con Mi negro pasado, Laura Esquivel cierra la trilogía que comenzó en 1989 en Como agua para chocolate y que continuó con El diario de Tita.

María representa la sociedad moderna: insatisfacción, dependencia de las redes sociales, destrucción de las relaciones personales, desvinculación con las raíces familiares, desarraigo, adicciones físicas y mentales…
Cuando da a luz a Horacio, un niño negro, su marido la abandona acusándola de adulterio, ya que ambos son rubios con preciosos ojos azules. Al poco tiempo su madre, con la que mantiene una dañina relación, muere, y esta muerte, acentúa las diferencias con sus hermanas. Lucía, su abuela, y su hijo son los que traen luz a ese negro presente. Una vez que llega al rancho familiar, sin conexión con internet, María no tiene más entretenimiento que bucear en el pasado familiar descubriendo así los secretos que su madre, y generaciones de familiares, intentaban ocultar. Un pasado de esclavitud, de remordimientos, pero también de baile y de aromas. Va a descubrir que lo que ha frenado su vida son los secretos oscuros y que este niño negro va a ser el que ponga luz en su presente.

El ciclo que comienza en el pasado en Como agua para chocolate se cierra en la actualidad. Las mujeres de la familia Garza representan la misma esencia de México y la desconexión que se produce en la actualidad con las raíces. Las redes sociales han engullido a las tradiciones y en la actualidad se emplea todo el tiempo disponible, y más del disponible, en enredarse en discusiones inútiles con amigos que ni conoces ni seguramente llegarás nunca a conocer. Así, no hay tiempo para conectar con la familia, disfrutar de los hijos, ver las estrellas, oír música sólo por el placer de oírla o dejar que la pasión romántica se desborde.

La relación con la comida descrita en Como agua para chocolate es completamente diferente a la relación que tiene María con ella. En casa de Tita cada aroma, cara textura, cada sabor, desataba una ola de sentimientos compartidos por todos los comensales. María vivía de zumos durante el día y engullía comida industrial a media noche. Cuando recupera las recetas de la familia Garza descubre la dulzura del maíz, los ingredientes naturales y el olor ancestral de México.

La música en la novela acompaña en todo momento el cambio que sufre María. La abuela Lucía le abre los ojos al jazz y al baile. Es inevitable leer cada capítulo con la canción con la que termina el capítulo anterior.

El lector no tiene más remedio que pensar en su propia historia familiar. En todas las familias se heredan tabúes, comportamientos que a pesar del paso del tiempo no dejan de limitar el desarrollo personal. María es un ejemplo de cómo romper con las cargas heredadas que arrastramos en los genes.



Laura Esquivel recupera en Mi negro pasado el ritmo con el que nos deleitó en la novela que abrió la saga, haciéndonos reflexionar sobre la ruptura generacional que se ha producido e invitándonos a conectar de nuevo con la tierra y con el universo.

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